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Cada objeto tiene su belleza, pero no todos saben apreciarla. Confucio (Kung FuTse) filósofo chino.

Hacia el final de la Baja Edad Media, tiempos en los que Europa Occidental salía de los llamados años oscuros, en el Lejano Oriente la Dinastía Ming (1368-1644) se hallaba en pleno apogeo. En este periodo, la antigua China conoció un notable esplendor fundamentado en su preeminencia militar y en su poder económico, los cuales impulsaron el desarrollo y florecimiento de su sociedad. Este ciclo tan rico para las Artes, como tan poco conocido en España, se nos presenta en Caixa Forum Palma, en la exposición  «Ming, el Imperio Dorado«.  

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Tropas imperiales desplazándose por una vía fluvial y por tierra.

Da Ming significa en chino Gran Resplandor, durante 276 años dieciséis emperadores de la familia Zhu gobernaron a 175 millones de súbditos, tras lograr derrotar a los Yuan, dinastía precedente que fue fundada por los mongoles. En sus primeros tiempos, periodo Hongwu o Marcial, consolidaron las fronteras del Imperio con su capacidad militar con el fin de desarrollar el comercio y lograr vías de comunicación seguras que establecieran relaciones entre todos los rincones del territorio, lo que llevó al crecimiento de sus ciudades e incremento de su población gracias a la seguridad económica. La estabilidad imperial se fundamentó en los valores de la cultura china tradicional: la familia y la jerarquía; gracias a este salto social se creó el caldo de cultivo en el que la Filosofía, las Artes y la Economía germinaron de manera extraordinaria, lo que de forma paradójica condujo al final de los Ming, como más adelante se verá.

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Las tres perfecciones, durante Dinastía Ming los verdaderos artistas debían dominar la poesía, la caligrafía y la pintura.

Como se ha dicho, la Sociedad Ming se basaba en las clases y jerarquías, a saber Militares, Funcionarios, Comerciantes, Artesanos y Campesinos. Los gustos, aficiones e intereses de los altos funcionarios se consideraban que eran el paradigma del refinamiento chino en este periodo.

Los Ming ejercieron el gobierno de sus territorios mediante un sistema centralizado en cuya cúpula se hallaba el emperador y su familia. La administración militar se entregó a los Generales más capacitados del Ejército Imperial y la civil, fue desempeñada por un cuerpo de hábiles Administradores Regionales o Mandarines, cuya elección dependía de aprobar una suerte de difícil oposición llamada jinshi, que servía para seleccionar sólo a los mejores entre sus élites.

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Retrato de alto funcionario del periodo Wanli. Habitualmente la pintura y la caligrafía estaban al mismo nivel y eran realizadas por el mismo artista, en el presente caso, se ensalzan las virtudes del Administrador.

El papel de la mujer en la sociedad Ming se consideraba de gran importancia dentro de la familia, como pilar alrededor del cual giraba la vida doméstica, reconociéndose como virtudes tradicionales su discreción, castidad y . . . subordinación al varón. Su vida debía regirse por la regla confucionista de Las Tres Obediencias, estricta convención moral según la cual, la mujer debía vivir obedeciendo a su padre hasta el momento del matrimonio, después a su marido y por último a su hijo; además, el concubinato era también un uso corriente. Esta situación de tan difícil aceptación para una mente occidental de hoy día, es la que narró el gran director chino Zang Yimou, en su maravillosa película La Linterna Roja, disponible íntegra en You Tube, en versión original china con subtítulos en español.

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Mujeres ociosas de clase alta de una antigua dinastía. Fragmento de pintura en rollo horizontal de papel de arroz sin firmar, comienzos del periodo Quing

El lujo de la vida de las clases pudientes elevó a las Artes a cotas de excelencia en los campos de la cerámica, la pintura, el brocado, los objetos decorativos, la caligrafía, la pintura, la música, el mobiliario, la construcción, la cartografía, . . .   

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La pintura paisajista y la caligrafía alcanzaron cotas desconocidas durante el reinado de los Ming.

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Útiles de caligrafía, se consideraba de la misma importancia saber crear con la pintura el ambiente adecuado, como adornarla con poemas y descripciones que liberaran los sentidos.

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Patos mandarines con lotos (fragmento), de Zhou Zhimian, finales del periodo Ming.

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Mapa del sinfín de países del Mundo, versión dibujada a mano del mapa del jesuita italiano Matteo Ricci de 1602 que contiene el compendio de conocimientos geográficos de los europeos y chinos de la época, ordenado confeccionar por el Emperador Wanli hacia el final de la Dinastía Ming.

El Emperador era conocido con el sobrenombre de Hijo del Cielo, auténtico demiurgo intermediario entre la divinidad y los hombres, por dicha causa, su figura se hallaba sometida a numerosos rituales de reafirmación de su poder, que se celebraban en diferentes templos y estaciones del año, en los que se invocaba al Cielo, a la Tierra, al Sol, a la Luna y a los Ancestros. Los inciensarios empleados en los sahumerios asociados a estas prácticas eran de gran riqueza, pudiendo contemplarse varias piezas en la exposición.

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Inciensiario de cobre dorado y esmaltado, decorado con el carácter chino «shou», longevidad.

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Inciensiario de cobre dorado y esmaltado en forma de Ding, comienzos de la Dinastía Ming, su posesión señalaba el alto estatus del propietario.

A pesar del celo con el que los Ming protegían las fronteras del imperio, su expansión comercial dio a conocer al mundo la riqueza de sus sedas y productos decorativos, que pronto llegaron a ser apreciados como cotizados productos de lujo en Japón y en Europa, traídos de la mano de los navegantes portugueses por la ruta del Este (o de las especias) y de sus pares españoles, por la del Oeste, gracias al descubrimiento por Magallanes del estrecho que en la Patagonia lleva su nombre y que abrió a nuestros compatriotas la ruta austral hacia el Océano Pacífico. El contacto entre culturas tan diferentes, consideradas bárbaras por los chinos, así como la avidez de sus comerciantes y funcionarios por la plata japonesa y europea, debida a las enormes riquezas que les proporcionaba y, la presión político-comercial ejercida por los Adelantados europeos, fue el desencadenante de la corrupción y declive del Imperio, pero esa es ya otra Historia . . . Si desearais profundizar en ella de forma entretenida, os recomiendo la lectura de la novela La Caja China, de Jesús Maeso de la Torre, Editorial S.A. Ediciones B, ISBN 9788466656771.

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La cerámica y su decoración alcanzó cotas de elevado refinamiento durante la Dinastía Ming.

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Jarrones y tibores de cerámica blanca decorada con dibujos azules son los que nos resultan más conocidos, pues formaban parte de las preciadas mercancías que se trasladaban a España en nuestros Galeones de Manila.

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La Ciudad de Piedra después de la Nieve, panel de seda bordada al estilo Gu que representa la antigua ciudad fortificada que originó Nankín. Final del periodo Ming.

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Ming, El Imperio Dorado, en Caixa Forum Palma, Pza. Weyler, 3, (edificio del antiguo Gran Hotel), Palma de Mallorca. Hasta el 19 de Febrero de 2017, en horario de 10 a 20 h de lunes a sábado y de 11 a 14 h domingos y festivos. Precio de la entrada general 4 €, clientes y accionistas de La Caixa acceso gratuito.

La muestra incluye más de cien objetos de las colecciones del Museo de Nanjing, China, como singulares cerámicas Ming, pinturas de algunos de los artistas más prestigiosos de la época, joyas y esmaltes, textiles y porcelanas que nunca antes han sido vistas en España. Según afirmaciones de Lumin Huang, Director Adjunto del Museo de Nanjing, «son tesoros excepcionales del Patrimonio Chino y muchos de ellos no habían salido del país antes de esta exposición«.

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Caixa Forum Palma situado en el edificio que fue del antiguo Gran Hotel de Ciutat

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A la mar me voy, mis hechos dirán quién soy”, Refrán popular.

De origen humilde, modales toscos, prácticamente analfabeto, medio sordo y poco agraciado físicamente, Antoni Barceló y Pont de la Terra llegó a ser Teniente General de la Real Armada y en el Museo Naval de Madrid se conmemora su figura en la Sala dedicada al siglo XVIII, junto a la de otros grandes marinos españoles de la Ilustración, como Blas de Lezo, Jorge Juan, el Marqués de la Ensenada, Cosme Churruca, Alcalá Galiano o Alejandro Malaspina. Con este artículo, me gustaría honrar su figura tan asombrosa, como poco conocida.

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Don Antonio Barceló y Pont de la Terra, Teniente General de la Real Armada, óleo anónimo, Museo Naval de Madrid.

Nació en la casa familiar del Carrer del Ví (calle del Vino), del Barrio del Puig de Sant Pere de Palma, casi despuntando el alba del 1 de Enero de 1717, siendo bautizado al día siguiente en la Parroquia de la Santa Creu. Su padre Onofre Barceló era ya un veterano patrón mercante de 40 años, que casó en segundas nupcias con Francisca Pont de la Terra cuando ésta tan sólo contaba con sólo quince años —algo corriente en aquella época—; con ella tuvo cinco hijos varones pues, de su anterior esposa Magdalena Capó no tuvo descendientes. Su familia era menesterosa y de lo único que podían presumir —asunto aún importante en su época—, era de ser cristianos viejos sin antecedentes de herejía, condena del Santo Oficio o sospechosos de fe, si bien, tampoco les faltaban recursos gracias al buen oficio marinero de don Onofre.

La vida en Mallorca en el siglo XVIII no era sencilla, pues su economía agrícola —principal fuente de subsistencia— se hallaba al albur de las mejores o peores cosechas según los caprichos meteorológicos. En la costa, los marineros y pescadores tampoco lo tenían fácil, pues el Mediterráneo se hallaba infestado de piratas berberiscos que depredaban buques y costas, saltando a tierra para robar y arrasar lo que podían, pero sobre todo para secuestrar mujeres jóvenes, bien para su venta en los mercados de Oriente como concubinas para los serrallos turcos, bien para cobrar elevados rescates por ellas, lo que les fuera más rentable. El destino de los hombres era más sombrío salvo que el cautivo fuera un personaje con posibles por el que cobrar una buena redención, pues con suerte, sería degollado y sin ella, pasaría el resto de su vida —nunca más de cinco años— encadenado al banco de una galeota sufriendo indecibles calamidades al remo, hasta fenecer de consunción.

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Galeota argelina navegando en empopada presta a atacar a una presa. Óleo de A. Cortellini, Museo Naval de Madrid.

Desde muy temprana edad Antoni Barceló trabajó como grumete en el jabeque de su padre, que tenía la concesión del Correo Real de Palma a Barcelona y con el que, cuando la ocasión lo requería, ejercía el corso enfrentándose a los merodeadores argelinos que, suministrándose bajo mano en la Menorca inglesa o en Gibraltar, depredaban nuestras costas mediterráneas. En el siglo XVIII el Imperio Español se desmoronaba, aunque aún éramos una potencia formidable e Inglaterra, que luchaba por obtener la supremacía naval, empleaba cualquier medio para conseguirlo, saltándose a su conveniencia todos los acuerdos de paz suscritos entre nuestras naciones.

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Captura del navío británico de tres puentes Stanhope por la fragata de don Blas de Lezo, que en el cuadro ha desarbolado los masteleros de trinquete del enemigo y se prepara para dar una pasada por popa al inglés, con el fin de descargar el fuego de su batería de estribor sobre la parte menos protegida del barco enemigo. Museo Naval, óleo sobre lienzo de Ángel Cortellini.

Debo aclarar en este punto que no es lo mismo un corsario que un pirata, los primeros eran armadores de mercantes artillados que recibían armamento, tropas y bastimentos para ejercer misiones temporales al servicio de la Corona bajo una Patente de Corso emitida por S.M. el Rey. La patente de corso pagaba el armamento, la soldada de la infantería embarcada y una pequeña renta al armador que, a su vez, redondeaba sus ingresos con las presas enemigas que conseguía. En cuanto a los piratas o Hermanos de la Costa, se trataba de simples bandoleros oportunistas que buscaban apoderarse de cualquier embarcación, de su contenido o de sus tripulantes, siempre que de ellos pudieran obtener un rendimiento económico por el pago de sus rescates.

Con sólo 18 años Barceló ya era el Patrón del jabeque correo de Barcelona heredado de su padre. El Gobierno local le encargó ejercer de correo con la Península cada quince días, así como ser el navío que realizara el relevo de las guarniciones militares de las Baleares, manteniéndose disponible para lo que se le ordenara, fijándosele a cambio una contraprestación de 100 pesos de plata pagaderos por la Real Tesorería de Mallorca. Pronto comenzó a distinguirse de manera sobresaliente por sus capacidades navales. El 15 de Julio de 1753 llegó a Palma en una lancha de remos la tripulación y el patrón de un jabeque mercante desarmado que transportaba una carga de hierro y que había sido atacado por dos bajeles argelinos a tres leguas de Palma. Las autoridades dieron la orden de salida inmediata de los patrones Barceló y Capó con sus respectivos jabeques, cada uno con 83 marineros y 33 granaderos con sus Oficiales del Regimiento de Palma, concediendo el mando de ambos barcos al joven, pero ya experto Patrón Barceló. Avistados los piratas, se les dio caza y se entabló el combate hasta llegar al abordaje, con el resultado de la captura del arráez o capitán argelino, de los tripulantes berberiscos que sobrevivieron a la lucha y de sus embarcaciones.

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El jabeque del Capitán Barceló ataca a dos jabeques berberiscos, óleo de A. Cortellini (vista parcial) Museo Naval de Madrid.

La brillante acción supuso la promoción de Barceló a Teniente de Navío Graduado, es decir, con los honores del Empleo Militar, pero sin sueldo de la Armada. La recompensa que obtuvo de las presas argelinas permitió a Barceló vender su jabeque por 4.400 pesos y comprar otro mayor, con una tripulación de ochenta marineros y veinticinco granaderos embarcados con su Oficial. Siguió desempeñando su labor de correo, combinada con otras muchas operaciones que se le encomendaban y pronto su valentía multiplicó sus victorias.

En Junio de 1736, Barceló arribó a Palma transportando la usual carga de mercancías y 128 pasajeros, llevando a remolque una galeota argelina. Resultó que a la altura de la desembocadura del Llobregat fue atacado por dos naves enemigas a las que hizo frente, logrando con su defensa hacer huir a una de las embarcaciones, para después enfrentarse a la otra con su artillería, fusilería y frascos de fuego. El combate fue largo y encarnizado, pues las galeotas eran propiedad nada menos que del Dey de Argel; al final fueron muertos 57 piratas, de los que 24 eran turcos (conocidos por su ferocidad); se hicieron 18 prisioneros, de los que sólo cinco quedaron ilesos, que pasarían a cumplir pena de trabajos forzados en las Maestranzas Navales. Por la parte española sólo hubo seis heridos, uno de ellos don Juan Nicolau, Segundo de Barceló, Oficial que encabezó el piquete de abordaje. En este combate destacó una mujer heroica, pasajera en el jabeque de Barceló que, en lugar de refugiarse bajo la cubierta, se expuso valientemente llevando a los combatientes pólvora, munición y frascos de fuego, arriesgando su vida bajo las descargas enemigas. De ella no se conoce su nombre, tan sólo se sabe que era hija de un boticario llamado Oliver y que estaba casada con un tal Juan de la Sal. También es hecho reseñable que tras el combate, Barceló decidiera regresar a Barcelona en lugar de proseguir hacia Palma, para que se atendiera a los heridos, lo que habla de su gran humanidad.

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Combate entre un galeón español y dos galeras turcas, óleo de Juan de la Corte, Museo Naval de Madrid.

Aquella nueva victoria le valió el empleo de Teniente de Navío en propiedad, ingresando de esta forma en el Cuerpo de Oficiales de la Real Armada, con derecho a sueldo y al uso del uniforme militar, gran honor para un hombre iletrado y de baja cuna, en un tiempo en el que para ser Oficial Naval, aparte de arrojo y sólida formación científica, se requería ser de familia noble.

En 1737 Barceló se casó con Francesca Bonaventura Jaume, de quien tuvo seis descendientes de los que Antoni el primogénito, seguiría los pasos de su padre llegando a Brigadier; Joan y Onofre, fueron canónigos; Francisca y Antonia, profesaron como monjas en el Convento de las Madres Agustinas del Amparo de Palma; y la menor fue Catalina, de la que no he conseguido información sobre su vida.

No todas las órdenes que recibía Barceló eran de su agrado, pues aún a su seguro pesar, por requerimiento de las autoridades Palmesanas hubo de ser parte en el trágico caso de los Romeo y Julieta Mallorquines, tan magníficamente relatado en el capítulo titulado Els Olors, un amor imposible del programa de IB3 TV Un lloc amb Història, cuyos protagonistas fueron doña Isabel Fonts dels Olors i Penyafort, hija de los propietarios de la possessió de igual nombre y don Manuel Bustillos, Capitán del Regimiento de Dragones de Orán y hombre casado. La pareja se enamoró perdidamente y fueron piedra de escándalo en la Mallorca dieciochesca. Los padres de doña Isabel hicieron lo que en aquellos tiempos se estilaba: forzar el ingreso de su hija en un Convento de Clausura y el intrépido Capitán, tomó un imprudente camino propio de novelas de capa y espada: con la ayuda de personas afectas, organizó la fuga de su amada del Convento de la Misericordia de Palma, de noche, vestida de hombre y descolgándose por una cuerda, para después huir al puerto y embarcarse al amanecer en el ganguil francés Sainte Marie de la Garde, que previamente había apalabrado.

Descubierta la fuga y ante tan inmoral comportamiento, la reacción de las autoridades fue presta y ordenaron a Barceló la captura de los fugitivos, logrando detenerlos a treinta millas al SE de Cartagena, apenas rozando el éxito en su aventura. Trájolos de vuelta a Palma para que enfrentaran su trágico destino: el Capitán Bustillos fue sometido a Consejo de Guerra sumarísimo y condenado a muerte por decapitación; la suerte de la infortunada Isabel no fue mejor, pues quedó confinada de por vida en la clausura de su convento en régimen de aislamiento absoluto en su celda, pudiendo ser sólo visitada por sus padres, sin que se le permitiera hablar o tratar con nadie más. Por si fuera poca la pena impuesta, también fue sometida al terrible castigo de pasar dos días a la semana a pan, agua y disciplinas (latigazos); aún así, doña Isabel sobrevivió cuarenta años a su amado Capitán, hasta que un 4 de Mayo, día en el que se cumplía el aniversario de la muerte de su amado, presa de melancolía y de desesperación se suicidó ahorcándose en su celda. Terrible final para tan romántica historia de amor.

Barceló, que como todo buen marino era un hombre religioso, también debió de cumplir con otras órdenes especialmente penosas para su espíritu, como fue la de transportar hasta Bonifacio (Córcega) a los Jesuitas expulsados de España por órdenes de S.M. el Rey Carlos-III, debido a su implicación en el Motín de Esquilache.

En 1748 se desató una terrible hambruna en Palma y en el resto de Mallorca, varios años de sequías y malas cosechas habían causado que la población no tuviera con qué alimentarse, motivo por el que las Autoridades racionaron el poco trigo disponible, lo que provocó una gran mortandad entre las personas débiles o enfermas y, a la vez, robos violentos y motines del pueblo hambriento. Ante la desesperada situación, don Juan de Castro, a la sazón Capitán General de Baleares, ordenó a Barceló su rauda partida a Barcelona con el fin de cargar todos los bastimentos de boca que pudiera conseguir. Barceló cumplió su misión en un tiempo récord, regresando con su jabeque cargado a su máxima capacidad, de tal modo que ni siquiera embarcó agua para el regreso, con el fin de que sus hombres efectuaran la travesía con la mayor celeridad y así poder transportar el máximo de alimentos. Puede imaginarse el contento de los habitantes de Palma y del resto de la isla, cuando gracias a este viaje de Barceló se alivió la hambruna y se levantó el racionamiento, lo que le convirtió en todo un ídolo de los mallorquines, que en parte ya lo era.

Su actividad naval continuó incansable, lo mismo que sus victorias y ascensos en el escalafón de la Armada Real, hasta el punto de ser llamado a la Corte de Madrid, para recibir a título personal la felicitación de S.M. el Rey Carlos-III y una condecoración. Al mando ya de una flotilla de jabeques, participó en numerosas operaciones: el bloqueo de Gibraltar, los ataques y toma de Orán (Argelia), sus acciones de castigo contra las flotas berberiscas . . . algo que hacía con entusiasmo cuando otros en sus circunstancias y edad, se hubieran ya retirado para disfrutar de la fortuna alcanzada con sus presas.

Pero Barceló era un extraordinario personaje, su capacidad táctica era sobresaliente y logró convencer al Rey de que el jabeque era una embarcación ideal para las operaciones navales en el Mediterráneo, por lo que ordenó la construcción de cien unidades, de las que cincuenta de ellas logró Barceló que se adjudicaran a los astilleros de Palma, participando en su diseño. Cuando por la escasez del Tesoro los fondos se agotaron y se detuvo la construcción de jabeques, Barceló aportó 2.000 pesos de oro de su propio bolsillo para que los carpinteros de ribera mantuvieran su trabajo y así terminarlos.

A pesar de la gran valía del ya Capitán de Navío Barceló, debido a sus rudas formas de marinero y a su escasa instrucción científica, sufría el trato displicente de sus pares de origen noble, dónde además seguro que habría cierta dosis de envidia por sus logros en combate y por los honores reales que recibía pese a su origen plebeyo. Por contra, sus tripulaciones y conciudadanos lo adoraban.

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Sextante español del siglo XVIII.

Su gran ingenio y capacidad táctica le llevó a idear una nueva y poderosa arma naval con la que suplió la inferioridad artillera de la Real Armada: la lancha cañonera de remos y vela que, cuando la propuso, fue tachada de inviable por sus compañeros de armas. Las lanchas artillaban una pieza de a 24 libras y todos creyeron —menos Barceló—, que el elevado peso y el retroceso del potente cañón provocaría su hundimiento. No arredrándose ante ello, otra vez pagó de su bolsa las dos primeras lanchas como prueba. Téngase en cuenta que en el siglo XVIII, los pesados cañones de a 24 libras sólo se montaban en grandes navíos de línea de tres o más puentes. La primera vez que los oficiales de la Royal Navy vieron esas lanchas también tuvieron un ataque de risa, risa que se transformó en mueca de espanto —según reconoció el propio Capitán de Navío Sayer—, cuando comprobaron en carne propia su terrible efectividad. Las lanchas eran pequeñas, maniobreras y muy veloces, atacaban de noche buscando las popas de las fragatas inglesas (menos protegidas que los costados), de tal forma que al recibir un cañonazo, la bala barría sus cubiertas de popa a proa, causando grandes destrozos. Tras el disparo de su única pieza, las cañoneras cambiaban de posición para recargar, lo que les permitía eludir el fuego de contrabatería del inglés, que disparaba a ciegas hacia donde había visto los destellos de los cañonazos, incapaces de acertar, de noche y entre el oleaje, a un blanco tan móvil y diminuto.

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Lancha cañonera de Barceló, en la que no se representa su verga, ni su vela. Museo Naval de Madrid.

Siguió Barceló patrullando nuestros mares en continua lucha, ora contra el inglés, ora contra los temibles berberiscos, alcanzando en 1762 otro sonado éxito, logrado a costa  de recibir una herida que pudo causarle la muerte. En dura batalla contra tres jabeques argelinos, a los que derrotó e hizo 160 prisioneros, entre otros a su tristemente célebre Capitán Selim; Barceló, siempre dirigiendo el combate desde los puestos de mayor riesgo y fatiga, tal como establecen las Ordenanzas, recibió un disparo de mosquete desde una cofa, que le atravesó la cara por dos lugares deformándosela y cuya bala se alojó en su espalda; por escasos centímetros el proyectil no interesó órgano vital alguno, pero Barceló quedó muy malherido y aún así, no permitió que se le retirara del combate hasta que terminara.

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El Capitán Barceló dirige la acción blandiendo el sable y tocado con su bicornio naval desde su Puesto de Mando en el alcázar de su jabeque. Óleo de A. Cortellini (fragmento), Museo Naval de Madrid.

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Piratas berberiscos hacen fuego desde la toldilla de su jabeque. Museo Naval de Madrid, pintura al óleo de A. Cortellini (fragmento).

Recuperado de su grave herida, prosiguió incansable su actividad, recibiendo en Enero de 1775 el ascenso a Brigadier (Contralmirante hoy en día), aunque su subida al rango de los Oficiales Generales de la Armada comenzó a acarrearle problemas de índole político. Aún así, recibió el mando de varias escuadras, participando en el socorro a la ciudad de Melilla y en las infructuosas intentonas de asalto a Argel, donde se le entregó el mando de las operaciones navales, pero no de las terrestres, para las que fue designado el mediocre General O´Reilly, intervención que se saldó con un gran fracaso y numerosas bajas propias en el primer ataque; en el segundo, retirado ya O´Reilly del mando y tras ardua lucha, gracias a Barceló, se logró forzar un acuerdo de paz con Argel y Túnez, que fue de corta vida.

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Todas la guerras son terribles y en este fragmento del óleo de Antonio de Brugada que representa el combate del Cabo de San Vicente entre las escuadras española e inglesa, se aprecia en toda su crudeza la lucha entre los tripulantes de dos lanchas de recogida de naúfragos, que se acometen y acuchillan con pistolas, chuzos, hachas de abordaje, remos y todo objeto contundente que hallan a mano. Museo Naval de Madrid.

Por sus acciones tras los bloqueos a Gibraltar, S.M. el Rey Carlos-III le concedió la efectividad, sueldo y honores del Grado de Teniente General de la Real Armada (Almirante) que ya ostentaba y, además, lo condecoró con la Orden de Carlos-III, la distinción militar más elevada de la época, a muy pocos otorgada. Para aquel entonces, Barceló contaba ya con 73 años de edad. De aquellos tiempos son unas típicas coplillas gaditanas que hablan de su popularidad y que rezaban así:

Si el Rey de España tuviera / cuatro como Barceló / Gibraltar sería español / que de los ingleses no.

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Lanchas cañoneras de la Armada participan en el bloqueo y bombardeo de Gibraltar. Museo Naval de Madrid.

A pesar de su avanzada edad, Barceló recibió el mando de una escuadra con instrucciones de lograr el levantamiento del cerco de Ceuta por parte de los Marroquíes, también se le ordenó el bombardeo de Tánger como represalia. A su llegada, las operaciones militares habían concluido y se anunció la llegada a Madrid de unos enviados del Sultán con el deseo de negociar la paz. Receloso Barceló de las intenciones de los musulmanes, a los que tan bien conocía, decidió quedarse en Ceuta revisando y reforzando sus defensas por si el acuerdo de paz no se formalizaba, cumpliéndose al poco su premonición.

La guerra volvió a declararse y a causa de las intrigas políticas, no recibió Barceló el mando de la Escuadra y éste, molesto por la injusta discriminación que una vez más se le hacía, se quejó ante el Rey, que ordenó que se le retornara el mando. Aquel invierno fue muy duro, con continuos temporales de Levante que obligaron a la escuadra a mantenerse en sus puertos y aparte de ello, el Sultán de Marruecos murió en lucha fraticida contra su hermano. La falta de operaciones motivó la disolución de la escuadra, pero como el problema con Marruecos seguía sin ser resuelto, al poco volvería la guerra y otra vez más, las intrigas en el seno de la Real Armada apartarían a Barceló de su más que ganado derecho a mandar la Escuadra del Estrecho. Esta vez Barceló, profundamente dolorido por esta última injusticia, decidió retirarse a su querida Palma donde, tras una vida plena en el servicio a España, rindió su alma al Señor el 30 de Enero de 1797, a la edad de 80 años.

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Combate del navío Glorioso contra el navío inglés Dartmouth, óleo de A. Cortellini, Museo Naval de Madrid.

En cumplimiento de su última voluntad y acompañado por el duelo de sus conciudadanos, Antonio Barceló fue enterrado en la Capilla de San Antonio de la Iglesia de la Santa Creu, la del antiguo barrio marinero de Palma, donde aún descansa. En su lápida se lee:

Teniente General y heroico marino. Hijo el más ilustre de Mallorca en su siglo. Luchó tenaz y victoriosamente contra los piratas africanos y demás enemigos de España. Respetado por todos, dominó con su pericia y hazañas nuestro mar. Piadoso feligrés y espléndido protector de esta parroquia, costeó el retablo del Altar Mayor y el de esta capilla donde yace sepultado.

No fue hasta el año 1971 en que el pueblo de Palma decidió ¡al fin! conmemorar al valiente Barceló con una media estatua de bronce sobre una peana de piedra, con la inscripción: Al Patrón don Antonio Barceló, Teniente General de la Real Armada, 1717-1797. El monumento se encuentra hoy en el Paseo Marítimo, frente a la entrada al Club de Mar, aunque inicialmente estuvo ubicado en el Muelle de Poniente.

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Monumento a Antonio Barceló, frente a la entrada del Club de Mar de Palma. Fuente: Wikimedia Commons.

Cuántos en nuestra Historia han sido como Barceló, que tras haberlo dado todo por su patria, se han visto relegados al olvido. Por ello, os pido que cuando paséis por el Club de Mar, miréis con agradecimiento a la efigie de este ilustre hijo de Palma, pensando que Mallorca existe como es hoy gracias a hombres generosos y nobles de corazón como nuestro Capitá Toni. El próximo 1 de Enero de 2017 se cumplirá el tricentenario de su nacimiento y, estoy tristemente convencido de que, con la salvedad de nuestra Armada, pocos homenajes recibirá y una vez más, los politiqueos y nuestra ingrata memoria, harán que el aniversario pase casi desapercibido.

Actualización de Septiembre de 2017: El 18 de este mes se inauguró una exposición en la Iglesia de la Santa Creu de Palma como homenaje a la figura del Capitá Toni, miembro de la Parroquia desde su bautismo hasta su muerte, pues está enterrado bajo el altar de la Capilla del Sagrado Corazón y San Antoni Abad de dicha Iglesia. La exposición recoge algunos efectos personales donados por los descendientes de don Antonio Barceló y glosa en paneles parte de su vida como parroquiano y benefactor de la Iglesia del barrio en el que nació. Esta exposición estará abierta hasta el 30 de Septiembre. En el mes de Octubre de 2017, el Museo de Mallorca abrirá otra exposición temporal dedicada a tan insigne mallorquín.

Galería de imágenes (pulsad sobre cualquier foto para ver la serie):

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Si alguno deseara profundizar en el personaje, le recomiendo leer el libro Antonio Barceló, mucho más que un gran corsario, del Historiador Naval don Agustín Rodríguez González, Editorial Edaf, ISBN: 978-84-414-3701-2, ganador del XIV Premio Algaba (2016).

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Créditos: Fotografías tomadas por el autor en el Museo Naval de Madrid, salvo especificación en contrario; artículo del autor con Licencia Creative Commons Atribución-No Comercial-CompartirIgual 4.0 Internacional, libre copia y circulación citando autoría, sin modificación de textos o imágenes, para usos no comerciales.

Un amigo me preguntaba por qué no construíamos ahora catedrales como las góticas y le dije: «Los hombres de aquellos tiempos tenían convicciones; nosotros, los modernos, no tenemos más que opiniones y para elevar una catedral gótica se necesita algo más que una opinión». Heinrich Heine, poeta alemán.

Desde que la Seo anunció la posibilidad de visitar las cubiertas del monumento, tuve el deseo de subir a ellas. Pensaba que desde allá arriba habría buenas vistas del skyline de Palma y, además, el poder estar cerca de los arbotantes, las vidrieras, los pináculos, las gárgolas y del resto de elementos constructivos que decoran la parte superior de la catedral, no es algo que pueda hacerse todos los días.

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La Seo preside majestuosa las noches palmesanas

Como una de mis intenciones era la de tomar fotos desde un lugar infrecuente, tanto de Palma, como de la propia Seo, dejé pasar el tiempo y con él, las masas de visitantes del periodo estival.

En los amaneceres de Otoño el sol permanece más tiempo a poca altura sobre el horizonte y su luz rasante origina largas sombras y tonos cálidos, que son ideales para fotografiar paisajes. En los últimos días de Octubre, amanece sobre las 08:15 h y la primera entrada a las cubiertas es a las 09:00 h, momento perfecto pues para hacer la visita con la luz buscada. Las entradas hay que sacarlas por internet en la página web que la Seo tiene habilitada a tal fin y cuestan 12,00 € para el público en general; las gratuitas para residentes volaron en la primera semana de Julio, al poco de abrirse la inscripción. Cuando me apunté para una de las últimas visitas de la temporada, fui el único peticionario.

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Entre los arbotantes se producen llamativos claroscuros de fuertes contrastes

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El azul del cielo resalta los trabajos de lacería que decoran las aristas de este pináculo y del arbotante contiguo

El día designado, típico otoñal, con un luminoso cielo azul, viento en calma y apenas nubes, me presenté a las 08:45 h y allí me esperaba Sebastián, Historiador del Arte y guía para la visita. Por sorprendente que resulte, nadie más compareció a esa hora y me sentí un privilegiado, pues el recorrido se convirtió en un acto privado. 

Las imágenes que os muestro, son el resultado de aquella gratificante experiencia en la sola compañía de Sebastián, mientras éste desgranaba su interesante narración sobre los muchos avatares que, a lo largo de siete siglos, acontecieron en la sin par Seo de Palma.

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Cada vidriera posee un panel que cuenta a qué esta dedicada, así como su representación como si se viera desde el interior de la nave catedralicia

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Para soportar el movimiento de la campana mayor de la catedral, de 4,2 toneladas de peso, en el interior del campanario se colocó una potente estructura de madera de pino, más flexible que la rígida de mampostería

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La torre del campanario sirvió de refugio a los palmesanos durante conflictos como la Guerra de las Germanías o los ataques piratas. A veces, el aburrimiento de las largas estancias hacía que algún artista callejero de la época dibujara sus graffitis, como éste que representa una coca aragonesa, embarcación muy común en nuestro Mar Mediterráneo durante el siglo XV

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Gárgolas representando animales fantásticos decoran las esquinas de este pináculo en el que también se cegaron algunas de sus ventanas para incrementar la resistencia de su frágil estructura

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Los contrafuertes de la fachada Sur se decoraron con sencillos pináculos coronados por una esfera que algunos denominan «mundo»

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Los arbotantes servían para transmitir los empujes del claristorio —parte elevada de la nave central donde se coloca el segundo orden de vidrieras— a los contrafuertes, lo que permitió que las catedrales góticas ganaran altura e iluminación interior con respecto a sus precedentes románicas

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De todas las vidrieras, la más importante es la del rosetón Este que, con sus 12 m de diámetro y 113 m2 de superficie, es el de mayor tamaño del gótico europeo

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El «skyline» de Palma visto desde las cubiertas de la Seo es bellísimo. En la imagen se aprecia parte del centro histórico, del que sobresalen los campanarios de las iglesias de Sta. Eulalia, San Francisco y Monte Sion

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Hacia el Este se ve la Iglesia del Convento de Sta. Clara, el edificio Gesa y la playa de Can Pere Antoni

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Parc de la Mar y bocana del Puerto de Palma en un día de atmósfera limpia y luminosidad extraordinaria

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Hacia el Oeste de alza la poderosa estructura del Palacio de la Almudaina con su Torre del Ángel, dedicada al Arcángel Gabriel, antiguo Patrón de Palma. Al fondo se ve el Puerto y sobre su mogote, dominando la escena por el Sur, el Castillo de Bellver

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Jardines de la Almudaina, Torre del Caps y edifico de la Fundación Bartolomé March junto a la Plaza de la Reina

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Tímpano triangular con un óculo inscrito decorado con bajorrelieves y trabajos de tracería, coronado por una imagen de la Inmaculada Concepción como remate de la portada que da a La Almudaina

Por último, os dejo en forma de galería la colección completa de las fotografías que tomé durante mi visita. Pulsad sobre cualquiera para ver las fotos a mayor tamaño:

Créditos: Fotografías y artículo del autor con Licencia Creative Commons Atribución-No Comercial-CompartirIgual 4.0 Internacional, libre copia y circulación citando autoría, sin modificación de textos o imágenes, para usos no comerciales.

 

«La renta es aquella parte del producto de la tierra que se paga al terrateniente por el uso de las energías originales e indestructibles del suelo» David Ricardo, Economista inglés del siglo XVIII.

Este encabezamiento sólo puede llevarnos a hablar de una antigua y bella possessió, hoy finca pública, pero que muchos siglos antes de que el turismo se convirtiera en el motor económico de la isla, era una de las más importantes entre las mil fincas agrícolas o possessions que sustentaban la vida de los pageses y senyors mallorquines. Me refiero a Raixa.

Situada en el km 12 de la carretera Palma-Sóller, dentro del Término Municipal de Bunyola, sobre una ladera que mira hacia el Sur en las estribaciones de la Sierra de Tramontana, fue en origen una alquería musulmana con abundancia de agua que, tras la conquista de la isla por Jaime I, Rey de Aragón, fue entregada por el propio monarca a Ponce IV, Conde de Ampurias, uno de los nobles que le acompañó en la empresa; después, pasó a manos de la familia Sureda de Sant Martí y más tarde, a los Zaforteza-Tagamanent.

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Fachada principal de la possessió, orientada al Sur y protegida de los vientros de tramontana por Sa Muntanyeta

La historia de la casa fue tan turbulenta como la de la propia isla de Mallorca, de la que otro día hablaré. En 1522 fue dada al fuego por los enemigos del Emperador Carlos I en la Guerra de las Germanías que, en Mallorca se conoció como Insurrección de los forans, ya que Pere-Joan Safortesa y Descatlar, a la sazón propietario del conjunto, se alineó con la causa del Emperador. En 1660 la finca pasó a manos de la familia Despuig, Condes de Montenegro, cuyos miembros reformaron, ampliaron y embellecieron la propiedad que, conoció su tiempo de mayor esplendor durante el siglo XVIII, cuando de su gobierno se ocuparon los hermanos Joan y Antoni Despuig y Dameto.

Antoni, el segundo hermano, fue todo un personaje en la Mallorca ilustrada, pues combinó su carrera eclesiástica, en la que llegó a ser Cardenal, con el mecenazgo y el coleccionismo de Arte. Amante de la escultura, en Raixa dió trabajo a los artistas Pascual Cortés, Luis Melis y Francesco Lazzarini. Con la aprobación de su hermano Joan, IV Conde de Montenegro, convirtió la casa en una villa neoclásica monumental, para cuya  construcción contrató a afamados arquitectos y maestros de obra que diseñaron bellos aposentos y jardines, obras que no pudo ver terminadas, dado que el Papa Pío VIII lo llamó a Roma y ya nunca pudo regresar a Mallorca.

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Monseñor Antonio Despuig y Dameto, clérigo, mecenas de y coleccionista de Arte e impulsor de la Raixa monumental

Desde el punto de vista arquitectónico, los edificios poseen una estructura de madera en forjados y cubierta, sustentada por muros de carga de mampostería de ripio ligada con morteros de cal. Las distintas dependencias se organizan alrededor del patio o clastra,  en el que también hay un pozo en una de sus esquinas. En el perímetro del patio se encuentran la almazara, los antiguos establos, el alojamiento de los aparceros y demás trabajadores de la possessió, la capilla y también, los aposentos de los propietarios que, como curiosidad, cuentan con una galería de estilo italianizante orientada al mediodía, desde la que se aprecia un buen panorama de los jardines y del valle que va abriéndose hacia Palma.

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Patio o clastra de la casa y ámbito en el que se desarrollaban las actividades diarias de la possessió

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La simplicidad es belleza: soporte en hierro forjado de la garrocha del pozo

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Bonito claroscuro en el pasadizo de salida de la almazara hacia el patio

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Horca para la elevación de los sacos de grano a la tolva del molino, pura ingeniería dieciochesca

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Galería orientada al mediodía en los alojamientos del senyor de la casa

 

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Puerta de acceso a la galería porticada de la cara Sur

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No se comprende una possessió sin su capilla, la de Raixa se enclava en una de las partes más antiguas de la casa, cuya bóveda data del siglo XVI

Rodeando el exterior se hallan los jardines que tanto prestigio dieron a Raixa, conocidos por los nombres dels Tarongers, de la Galería, de Entrada y de Apolo. De éste último llama la atención el hecho de que fuera encargado por un prelado, pues el jardín tiene como figura central al dios griego Apolo y a las musas de la Poesía, siendo su estilo neoclásico y su carácter eminentemente profano.

Con toda seguridad, esta obra debió ser causa de más de una polémica en la Mallorca de su tiempo, máxime considerando el conservadurismo de su sociedad y el hecho de que la Iglesia era más bien contraria a la Ilustración; pero está claro que el Cardenal Despuig fue un gran hombre que supo congeniar la tradición religiosa y las nuevas ideas surgidas en Francia posrevolucionaria. De hecho, de él se cuenta que durante su estancia en Roma, fue el principal valedor en el proceso de santificación de la mística Valldemossina Santa Catalina Tomás, la cual, de joven sirvió en Raixa al servicio de la familia Safortesa-Tagamanent, antigua propietaria de la casa. Hoy día, la Santa se encuentra enterrada en la Iglesia palmesana de Santa María Magdalena y, junto su entrada principal, se encuentra un busto en bronce del Cardenal Despuig, lo que ahora me lleva a entender la relación entre ambos personajes. Por si acaso, advierto a los maliciosos que la Santa y el Cardenal no fueron coetáneos, pues sus vidas estuvieron separadas por casi trescientos años. Ya se sabe que, entre santa y santo pared de cal y canto y, en el presente caso, algo más :))

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La escalera de los Jardines de Apolo, de bella factura neoclásica, elemento singular de la Arquitectura mallorquina del XVIII

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Escalera de salida a los jardines de la Galería

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Jardines de la Galería de estilo italianizante

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Estanque con escultura, una de las pasiones artísticas del Cardenal Despuig

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Fuente con angelote y rostros burlones en los jardines de Raixa

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Terraza-cenador sobre el estanque que se construyó para acumular agua de riego para las huertas y jardines de la casa

A principios del siglo XX, con el advenimiento de la industrialización y de los grandes cambios sociales que ésta trajo, las grandes casas europeas y, con ellas las mallorquinas, se convirtieron en inviables; con toda probabilidad, esta causa hizo que la familia Despuig vendiera la finca —ya en franca decadencia— al empresario mallorquín Antoni Jaume. Con el tiempo Raixa cayó en el abandono y sufrió graves deterioros, aunque nunca fue del todo olvidada pues, gracias a su singular atractivo, sirvió de escenario en películas como Bearn o la Sala de las Muñecas y Muerte Bajo el Sol, films que en cierto modo, ayudan a imaginar cómo era la vida en el interior de una gran possessió.

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Curioso pabellón ochavado coronando un depósito de agua en un punto elevado de la finca. Según me contaron se construyó en el siglo XIX y se empleaba como salón de fumar

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Interior del salón de fumar, cuyo corte es de estilo orientalizante, corriente que se puso de moda a finales del XIX en la Europa del Romanticismo. El banco ochavado decora el pilar central de la cubierta: ahora tratad de maginar esta sala en su tiempo, aderezada con almohadones y divanes sobre alfombras en las que poder relajarse . . .

Pero la historia esta vez tiene un final feliz, pues por su valor histórico y etnológico, en 1993 Raixa recibió un más que ganado nombramiento como Bien de Interés Cultural (B.I.C.) gracias al cual, su mantenimiento quedaba casi asegurado. A finales de 2001, tras veinticinco años de polémica, la finca fue adquirida por el Govern y el Consell de Mallorca que, poco a poco financian su rehabilitación para el disfrute público como Centro de Interpretación y Visitantes de la Sierra de Tramontana, con acceso libre y gratuito por el momento.

Digno final, para una noble casa mallorquina que estuvo a punto de perderse por la ruina, representante de toda una cultura y de un modo de vida ya desaparecido, que merece la pena conocer y difundir, por haber formado parte de nuestra Historia.

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En la página web del Consell de Mallorca figura información útil para aquellos interesados en visitar esta maravilla de nuestro patrimonio que es Raixa.

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Créditos: Fotografías y artículo del autor con Licencia Creative Commons Atribución-No Comercial-CompartirIgual 4.0 Internacional, libre copia y circulación citando autoría, sin modificación de textos o imágenes, para usos no comerciales.

«La educación es el movimiento de la oscuridad a la luz». Allan Bloom, Filósofo.

Hace unos días me acerqué —una vez más— a la Seo, edificio potente donde los haya, tanto en su arquitectura, como en en su riqueza artística. Al igual que en otras ocasiones, cámara en mano pensaba tomar imágenes de los singulares juegos de luces, colores y sombras que se proyectan en el interior de la nave catedralicia, cuando el sol atraviesa sus amplios vitrales. Quería también fotografiar las reacciones de los visitantes ante su grandeza, pues cualquiera que siga este blog se habrá dado cuenta de que hacer fotos costumbristas me atrae sobremanera.

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Me acercaba distraído a la Capilla del Santísimo, la que fue reformada en 2006 por Miquel Barceló, cuando comencé a escuchar el canto de unos niños en las proximidades del Altar Mayor. Eran alemanes, de un colegio que visitaba la Catedral y que, de manera espontánea, formaron un semicírculo frente al profesor cara a la nave principal y, dirigidos por su maestro, entonaron la maravillosa cantata 147 de Johan Sebastian Bach.

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El coro de niños cantaba como los propios ángeles y siendo consciente de lo excepcional del momento, tomé la fotografía que veis arriba, apagué la cámara, me senté en un banco próximo, cerré los ojos y, transportado por la música de Bach, durante unos minutos vi la luz.

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El hombre se adentra en la multitud por ahogar el clamor de su propio silencio”. Rabindranath Tagore, filósofo indio.

Mucho se habla en los mentideros del exceso de visitantes en Mallorca y en el resto de las Islas Baleares. No les falta razón, llevamos al menos cuatro años batiendo récords en la recepción de viajeros y la llegada de tanto turista, hace inevitable las incomodidades a cambio del beneficio económico que se producen.

Encontrar un lugar tranquilo parece una misión imposible y sólo yendo contra la tendencia se puede hallar algo de paz entre tanta vorágine. Por eso, en verano me gusta ir a Valldemossa a última hora de la tarde, cuando cae el sol y sus calles se han vaciado de visitantes. Entonces, el calor aprieta menos, la brisa —cuando la hay— es más fresca y se puede disfrutar de atardeceres en los que el sol crea sombras profundas que resaltan las texturas pétreas de las fachadas de los edificios. Además, en los límites del pueblo, se puede contemplar cómo las escarpadas laderas de la Sierra de Tramontana ganan relieve bajo la luz del ocaso.

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La luz rasante del atardecer crea estéticos claroscuros en las fachadas

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Con la caída del sol la calma regresa a las empinadas calles del pueblo

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Las macetas de flores añaden un sencillo encanto a las fachadas tradicionales

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Carrer de Catalina Homar, recordando a la conocida amante mallorquina del Archiduque Luis Salvador

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Tras la vorágine turística, vuelven a cobrar sentido las actividades atemporales, como la de esta señora bordando al fresco de las brisas pasantes por su zaguán

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Los animales domésticos también disfrutan de la calma y se solean antes del ocaso

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Nadie en los antiguos lavaderos públicos

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Todos los jardines guardan algún misterio ¿qué se ocultará tras la arboleda?

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Me gusta la luz cálida de los atardeceres y cómo realza los colores, es muy fotográfica

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Los últimos rayos solares bañan la fachada trasera de La Cartuja ¡cuanto más bella hubiera sido si el presupuesto hubiera permitido completar el segundo campanario!

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Vista de La Cartuja de Valldemossa con el fondo de la Sierra de Tramontana desde las afueras del pueblo

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Últimas luces sobre el valle en el que se enclava Valldemossa

Octubre llegará y con las calmas meteorológicas que suceden al verano, también vendrá la bajada del número de visitantes y el cierre gradual de muchos hoteles y restaurantes de la isla. Entonces las conversaciones virarán a la tan deseada “desestacionalización” y al necesario ajuste en el perfil de nuestros visitantes para ver cómo conseguirla. Mallorca recuperará sus ritmos tranquilos salpicados de tradiciones y ferias otoñales, que son reminiscencia de una vida a escala más humana.

Y la Villa valldemossina siempre acogedora en el corazón de la Serra, seguirá entregando a quien la busca parte de su esencia, formada de belleza, contemplación y sosiego.

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Puerta principal de acceso al recinto fortificado de Capdepera protegida por la Torre de sa Boira a su izquierda y un balcón amatacanado sobre ella

Corría el año 902 cuando la isla de Mallorca cayó en manos de Isam Al-Jaulani, que también fue su primer Valí (Gobernador) con el respaldo de Abderramán-III, primer Califa Omeya de Córdoba. Mallorca permaneció en manos musulmanas durante tres siglos, hasta que el 31 de Diciembre de 1229, Jaime-I el Conquistador, Rey de Aragón, la recuperó para la Cristiandad.

En contra de la extendida creencia de que los musulmanes vivieron en sus alquerías mallorquinas una existencia de paz y miel, mientras pasaban el tiempo construyendo ingeniosas obras hidráulicas para el riego de sus huertas, la realidad es que el corso era una de sus principales actividades, siendo su área de acción favorita las costas mediterráneas desde Murcia hasta Livorno, sin despreciar las grandes Islas de Córcega y Cerdeña.

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Muralla Sur del Castillo de Capdepera y Torre-Puerta del Rey Jaime (II)

Las razzias musulmanas recibían como respuesta ataques de castigo de los Reinos y Repúblicas cristianas que los sufrían, algunos de consecuencias graves para los musulmanes mallorquines, como la Cruzada que decretó el Papa Pascual-II, que reunió a 12.000 guerreros embarcados entre las 300 galeras de la República de Pisa y otras 150 de una coalición de nobles feudales Provenzales, Occitanos, Rosellonenses, Genoveses, Narbonenses, Corsos y Sardos, entre los que se encontraba Ramón Berenguer-III, Conde de Barcelona.

La Cruzada llevó a cabo el asedio, destrucción y saqueo de gran parte de Madinah Mayurqa —la antigua Palma—, en el aciago año de 1114, tal como se describe en la crónica anónima Liber Maiorichinus Gesta triumphalia per pisanos facta de Captione Hierusalem et Civitatis Maiorucarum et aliarum civitatum escrita en latín por uno de los caballeros participantes en la expedición, fechada en Pisa en 1117. Este ataque no pudo consolidar la conquista de Mallorca, debido a las amenazas de asalto a los abandonados feudos de los caballeros participantes en la Cruzada por los temidos almorávides, lo que provocó que los coaligados regresaran a sus territorios con toda celeridad.

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Torre d´es Costerans, en la cara Sur de la fortaleza

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Torre de sa Boira, recinto amurallado de Capdepera

A pesar de la conquista aragonesa de Mallorca, los ataques de piratas musulmanes continuaron —esta vez desde las Costas de Berbería—, hasta bien entrado el siglo XVIII, siendo ésa la razón de la existencia de numerosas atalayas, castillos, torres y cubetos defensivos en el perímetro costero mallorquín,  con la misión de constituirse en observatorios avanzados para prevenir incursiones enemigas y, también, facilitar la defensa ante la llegada de los temidos corsarios depredadores de bienes, ganado y personas.

Fue Jaime-II, Rey de Mallorca, quien en 1300 impulsó la construcción de la Villa Fortificada de Capdepera sobre el Puig del mismo nombre. Sus 159 m de altura sobre el nivel del mar facilitaban la vigilancia de la costa Noreste de la isla, así como la de los movimientos en el Canal de Menorca. La intención del Rey fue también conseguir el agrupamiento de la dispersa población de la zona ayudándolos en su defensa, al situar la ciudadela amurallada sobre una cota arriscada que facilitaba el establecimiento de un núcleo de resistencia en el que acogerse y armarse para repeler los ataques.

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Fortaleza de Capdepera vista desde el Sur

La visita al pueblo de Capdepera y al conjunto amurallado es interesante por su indudable interés histórico y por las vistas que se tienen del pueblo, de las montañas y de la mar que se aprecian desde los adarves y torres del conjunto. Este monumento fue adquirido en el año 1856 por don José Quint Zaforteza y Togores en pública subasta y fue propiedad de su familia hasta el año 1983, en el que su biznieto, don José Quint Zaforteza y Olives lo cedió al Pueblo de Capdepera, pasando a estar regido desde entonces por el Patronato del Castillo de Capdepera, asociación sin ánimo de lucro. La visita tiene una cuota de entrada de 3,00 € que se destinan a la conservación de la obra, catalogada como Bien de Interés Cultural (B.I.C.).

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Vistas a la costa NE de Mallorca y al canal de Menorca desde la llamada Torre de ses Dames de las murallas de Capdepera

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Iglesia de Sant Bartomeu de Capdepera, vista desde el adarve de la muralla Sur

El perímetro fortificado es triangular, con cuatro torres de planta cuadrada. En su interior, se encuentran los restos de la Torre de Nunis de origen musulmán, sobre los que se construyó un molino harinero, del que sólo queda su cuerpo cilíndrico. También puede visitarse la cisterna que data del siglo XIV y la Ermita de la Mare de Déu de l´Esperança, Patrona de Capdepera, también del XIV, que cuenta con una talla de un Cristo gótico del mismo siglo y con una espadaña sobre la portada de la que penden dos pequeñas campanas de bronce. En la que fuera la casa del Castellano que gobernaba la fortaleza, hoy puede visitarse el Museu de la Llata, el arte de trenzar las hojas del palmito para confeccionar senallas y toda clase de recipientes de cestería para el uso diario, actividad que antaño fue la principal de la zona. Antes de salir, no hay que olvidarse de ir a ver la representación de aves rapaces que Artfalcons tiene en la sala abierta situada bajo la torre llamada d´es Costerans, con ejemplares vivos de búhos reales y siberianos, halcones, cernícalos y otras especies que dedican al noble y antiguo arte de la cetrería.

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Torre musulmana d´en Nunis, sobre ella se construyó un molino harinero del que sólo queda la estructura de su cuerpo cilíndrico

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Museu de la Llata

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Diversas herramientas y formas de trenzar la llata para obtener senallas, cuerdas y otros utensilios que antaño eran precisos en los usos propios de una sociedad agrícola

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Ermita de Nª Señora de la Esperanza, Patrona de Capdepera

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En el interior de la Ermita de la Mare de Dèu de l´Esperança se expone la talla policromada de un Cristo del siglo XIV, esculpida en madera de naranjo

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Magnífico ejemplar de búho siberiano de la asociación cetrera Artfalcons

Cierro esta entrada recordando que en en Capdepera se firmó uno de los más antiguos tratados que se conocen en Mallorca, cuyos signatarios fueron el Rey Jaime-I y el Cadí musulmán de Menorca. El acuerdo fue conseguido mediante una hábil estratagema planeada por El Conquistador para hacer tributaria del Reino Aragonés a la Isla de Menorca sin necesidad de tomarla por las armas. Para ello, mandó a sus hombres encender más de trescientas hogueras en la costa y alturas frente a Menorca, con el propósito de que los musulmanes menorquines, enterados de la conquista de la isla vecina, creyeran que un gran ejército se aprestaba a invadirlos, aviniéndose a aceptar sin lucha la oferta de vasallaje que se les propuso a cambio de salvar su isla, haciendo bueno uno de los principios del gran filósofo, militar y estratega chino Sun Tzu: El supremo arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar.

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The discovery of the Victorian goldfields has converted a remote dependency into a country of world-wide fame; it has attracted a population, extraordinary in number, with unprecedented rapidity; it has enhanced the value of property to an enormous extent; it has made this the richest country in the world; and, in less than three years, it has done for this colony the work of an age, and made its impulses felt in the most distant regions of the earth. Report of Select Committee of the Victorian Legislative Council, Melbourne, 10 March, 1854.

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«El descubrimiento de los yacimientos de oro en Victoria ha hecho de este perdido rincón una región de fama universal. Con asombrosa rapidez, su población ha crecido de forma exponencial y se ha multiplicado el valor de las propiedades, se ha convertido en el lugar de mayor riqueza del mundo y, en menos de tres años, la fiebre del oro ha hecho más por la colonia que toda una era, logrando que sus influencias alcancen hasta los lugares más alejados del planeta». Informe del Comité Seleccionado del Concejo Legislativo de Melbourne, 10 de Marzo de 1854.

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Prospectores de oro en la remota región de Maryborough, Victoria, Australia

Parece que los días lluviosos favorecen la lectura y la navegación por internet, por eso traigo hoy una curiosidad que descubrí por casualidad, como es que en la australiana región de Victoria, exista una pequeña localidad llamada Majorca. Este es un resumen de su interesante historia.

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Plano de situación del actual municipio de Majorca, en Victoria, Australia

Se trata de un antiguo pueblo minero —hoy casi abandonado—, localizado a 130 km al Noroeste de Melbourne, en Victoria, región al Sur de Australia. Fue fundado a mediados del siglo XIX durante la fiebre del oro que se desató en la provincia. En 1858, cerca de la región de Maryborough fue hallado un yacimiento al que se llamó Gibralter Diggings (Excavaciones Gibraltar) y, en sus cercanías, en el año 1863 se encontró otro al que denominaron Majorca, al parecer debido a la «proximidad» de la Isla de Mallorca con Gibraltar. Quién sabe, quizá fuera algún desconocido emigrante mallorquín el que, añorando su tierra, inspirara el nombre.

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Majorca, Australia, calle principal, entre 1850 y 1860

En plena fiebre del oro —que duró unos 50 años— llegó a tener más de 4.000 mil habitantes, aunque en el último censo conocido, el de 2006, sus residentes eran menos de 350. Ni que decir tiene que Majorca fue un pueblo “de frontera”, donde la vida era dura y violenta, recordemos que Australia fue fundada por los británicos como colonia penitenciaria y que por allí no campaban precisamente los mejores de cada casa. Los robos, asaltos y asesinatos entre mineros eran parte del día a día y, como casi siempre sucede, tan sólo se hicieron ricos unos pocos buscadores, así como los vendedores de suministros y utensilios de trabajo.

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Réplica de pepita de oro como las que se encontraban en las excavaciones de Majorca, Australia

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Libro sobre la fiebre del oro en Majorca, Australia

Parece también que el idilio de los tudescos con Majorca llegó hasta a las antípodas, pues otra curiosidad encontrada es que sus inmigrantes fundaron allí el German Club House. Pocos trazas quedan de los edificios de aquellos tiempos y, entre los que se ven en las imágenes que aporto, el llamado Majorca Store, que los australianos conservaban como monumento histórico, desapareció en 2015 víctima de un incendio cuyas causas nunca fueron del todo aclaradas.

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H. Mauch German Club House in Majorca, Australia, 1866

Hoy el asentamiento de Majorca, aunque aún no haya sido abandonado del todo, está considerado como uno de los pueblos fantasmas testimonio de la época turbulenta por la que pasó la fundación y consolidación de ese gran país situado en nuestras antípodas, que los españoles durante tantos siglos conocimos como Terra Australis Ignota.

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Majorca Store antes de 2015, el que fue almacén general de suministro para los residentes en el pueblo minero

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El edificio histórico del almacén general del pueblo australiano se perdió sin remedio durante un incendio de origen oscuro, el 27 de Mayo de 2015

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Antigua bomba de agua y abrevadero de caballerías en Majorca, Australia

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Majorca Town Hall, actual Centro Cívico para los residentes que aún quedan en la Majorca australiana

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Edificio en Melbourne rememora el nombre del remoto pueblo minero

Como no puede ser de otra manera, la Majorca australiana cuenta con su propia página de Facebook. Tan lejos y tan diferente, tan sólo tiene 36 seguidores entre los que me cuento y a la que os invito a seguir como curiosidad algo frívola, ¡ah! y si alguno de vosotros, queridos lectores, supiera de algún otro lugar llamado como nuestra isla, os agradeceré que lo digáis para poder dar a conocer su historia en estas páginas.

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Créditos: Artículo del autor con Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional, libre copia y circulación citando autoría, sin modificación de textos o imágenes, para usos no comerciales. Fotografías Wikimedia Commons.

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Esfinge: Monstruo fabuloso, generalmente con cabeza, cuello y pecho humanos, cuerpo y pies de león. Del diccionario de la R.A.E.

En compañía de un buen amigo nos acercamos a Artà, ese precioso pueblo del Levante Mallorquín que según los palmesanos, se encuentra próximo al más allá. Elegimos mal día, era domingo y menos el mercadillo callejero alrededor de la Plaza del Agua, todo estaba cerrado. Planeábamos visitar el Museo Regional y la zona arqueológica de Ses Païsses de Artà, debimos consultar la web antes de salir, pero sólo lo hicimos in situ para descubrir que los días de cierre semanales son los domingos y los lunes ¡qué mala suerte!

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El domingo es día de mercadillo callejero en Artá

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Un viejo rickshaw anuncia un restaurante local

Llegando al pueblo encontramos varios grupos de cicloturistas nórdicos que, con su deportiva afición y sostenible forma de moverse, ayudan a que la famosa desestacionalización turística cada día sea más estrecha.

Cicloturistas

Los grupos de cicloturistas nórdicos que recorren el Llevant mallorquín tienen en Artá una de sus paradas de revituallamiento

Decidimos recorrer el casco urbano —no había otra opción—. A pesar de ser muy antiguo, tiene una traza bastante regular, casi ortogonal. Enseguida notamos que su su carácter tradicional, así como el de muchos de sus edificios se encuentra bien preservado, debido sin duda a su lejanía de otros centros mallorquines de turismo al por mayor.

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Bonita ventana de traza renacentista, con elaborada labra en sus jambas, dintel y vierteaguas

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La sencillez de una ventana tradicional también posee su punto de belleza. Me gusta el juego de luces y sombras que la luz rasante de primera hora produce en el muro

Sobre un mogote de 182 m de altura y dominando el pueblo, se encuentra la Almudaina o Castillo de Artá, antaño alcazaba musulmana, tomada sin gran resistencia enemiga por las tropas aragonesas del Rey Jaime-I El Conquistador, allá por 1230.

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La alcazaba, almudaina o Castillo de Artá se alza imponente con sus muros de cal y canto de un metro de espesor

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Bonita escalera de subida al Santuario de la Virgen de Sant Salvador, Patrona de Artá situada en el interior del Castillo. Como puede apreciarse en primer término a la derecha, se encuentra flanqueada por las estaciones de un Vía Crucis

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Puerta principal del castillo, muy transformada con respecto a lo que era su configuración original

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Murallas del Castillo vistas desde su interior

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Desde los adarves de la antigua fortaleza se contemplan bonitos panoramas del Llevant mallorquín. Al fondo de esta imagen, tras la torre, se puede ver el mar que baña la ensenada de Capdepera

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El interior del Castillo contiene el Santuario de Sant Salvador y conforma un espacio de espiritualidad tranquilo y agradable

El recinto amurallado tiene una extensión de unos 2.500 m2 y en su interior hubo una mezquita. Tras la conquista fue transformada en iglesia, siguiendo la habitual costumbre en la Edad Media, práctica que los musulmanes también realizaron, al erigir sus lugares de culto donde antes se hallaban templos romanos o iglesias visigodas. La Iglesia hoy día se llama de Sant Salvador y en su interior se custodia la talla románica del siglo XII de la Virgen de Sant Salvador, Patrona de Artá.

Durante los siglos XVI a XVIII la fortaleza continuó empleándose como defensa contra los piratas de Berbería, hasta que los jabeques armados de Antonio Barceló, gran marino mallorquín al servicio de la Real Armada, terminaron de forma definitiva con sus despiadados ataques.

La iglesia original databa pues del siglo XIII, pero en la década de 1820 se empleó como hospital para los afectados por la epidemia de peste bubónica que asoló el pueblo. Tras remitir, los artanencs decidieron quemarla para evitar la repetición de la plaga y a continuación erigieron otra, la que hoy contiene el Santuario de la Virgen.

Muy cerca de la anterior se encuentra la Iglesia Parroquial o de la Transfiguración del Señor, también del siglo XIII en origen, pero del siglo XVI y estilo neogótico la actual, debido a que su momento hubo de ser ampliada por haberse quedado pequeña la primera.

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Iglesia Parroquial de Artá, también llamada de la Transfiguración del Señor

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Portada principal de la Iglesia de la Transfiguración del Señor, de estilo neogótico

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Trasera de la Iglesia mostrando el campanario y la casa parroquial de características arquitectónicas netamente mallorquinas

En la parte trasera de su lateral sur, al otro lado de la calle, se encuentra una casa baja en un recinto cerrado por un muro de contención que llamó nuestra atención, porque en la parte superior del cerramiento de su jardín presenta unos inusuales remates antropomórficos de jardineras de cerámica, con verodes plantados en cada una.

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Balcón de la «Casa de las Esfinges»

Las jardineras tienen forma de cabeza y enseguida me recordaron a aquellas antiguas huchas del Domund que tiempo ha se estilaban, representando la cabeza de negritos, de chinitos o de indios y que hoy, serían algo más que políticamente incorrectas. Las de este jardín son de claro estilo orientalista, de las denominadas a la turca que se pusieron de moda a finales del siglo XIX. Estas testas cerámicas nos miran hieráticas como esfinges a través de sus ojos vidriados y no diría yo que, si caminando de noche te encontraras de manera inopinada frente a una, no te llevaras un buen susto.

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Jardinera de cerámica decimonónica, con cara de esfinge y ojos casi de Heidi

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Bigotazo «a la turca»

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En las huchas del Domund nunca faltaba la cabeza del negrito. En este caso luce un curioso mostacho a la turca y labios pintados en amarillo a juego con su tocado

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Un verode da el toque vegetal al sofisticado aderezo capilar de esta otra esfinge

No logré averiguar más sobre la casa, ni tampoco sobre los remates de su muro. Por fuera su aspecto es el un antiguo edificio residencial del pueblo, pero si alguno de mis amables lectores conociera más sobre la razón de tan singular decoración, me gustaría que lo compartiera con todos nosotros a través de los comentarios de esta entrada.

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Un gran gorg de verdor i de silenci; dins una enclotada solitud ascètica”, Llorenç Riber (1882-1958), poeta natural de Campanet al Santuario de Lluc.

Terminaba mi anterior entrada sobre el Santuario de LLuc contemplando un placentero atardecer encaramado en el Pujol des Misteris, viendo como la cálida luz del sol se perdía por el collado que da al Valle de Albarca, mientras el cielo se teñía de naranjas y púrpuras. Tras una tranquila noche en la Hospedería de Peregrinos, deseaba cumplir otro de los objetivos de mi ascenso a Lluc: escuchar el canto de la Escolanía de los Blavets o al-lots-blaus, así llamados por el color de sus túnicas.

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La Escolanía de Blaulets canta frente al Altar Mayor de la Basílica

Los Blavets cantaban a las 13:00, así que disponía de varias horas para conocer mejor el Monasterio y los muchos esfuerzos que generaciones de mallorquines dejaron en su construcción y embellecimiento.

La historia del Santuario puede trazarse hasta mediados del siglo XIII, con el hallazgo de una imagen de la Virgen por un pastor, que dio pié a la elevación de una sencilla capilla que pronto recibió una gran afluencia de peregrinos. Para la acogida de los viajeros se construyó la antigua hospedería a mediados del siglo XIV, conocida como los Porxets por sus soportales, alojamientos que aún hoy día permanecen bien conservados y en uso. Se trata de una de las escasas construcciones de Mallorca que es fiel representante de la Arquitectura Popular del final de la Edad Media, con estructuras de madera sobre muros de cal y canto en las que, como curiosidad, todavía se mantienen los establos y pesebres donde se guardaban las bestias que acompañaban a los peregrinos en su ruta, situados junto a las celdas que éstos ocupaban.

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Galería de acceso a los Porxets

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Vista general de los Porxets, las celdas de peregrinos se encontraban en su nivel superior y, en el inferior, se estabulaban las bestias de carga que los acompañaban

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Planta baja de la antigua hospedería con los pesebres en primer término

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La iluminación nocturna aporta a los Porxets cierto embrujo y pareciere que en cualquier momento fuera a asomar un peregrino embozado

La sencilla distribución de celdas de la Hospedería actual, alrededor de la plaza de acceso a la Basílica, recuerda mucho a la original, salvando las distancias.

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Vista interior del pasillo que conduce a las celdas de la nueva hospedería

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La constante ida y venida de peregrinos hace preciso este recordatorio

Los siglos XVI y XVII fueron los de consolidación del Santuario. En 1531 se fundó la Escolanía de Blavets, en 1684 se consagró su Altar Mayor, de estilo Renacentista, esculpido por el Maestro Jaume Blanquer —autor también del retablo del Corpus Christi de la Seo de Palma— y de parte de la decoración interior de la Iglesia. En 1707 fue declarada Capilla Real por el Tercer Carlos, nuestro ilustrado Rey Borbón. Más tarde, ya a inicios del siglo XX, se terminó de embellecer el Templo por empeño personal del Obispo Campins, que se trajo a Lluc al gran Antonio Gaudí, el famoso Arquitecto Modernista, que lo visitó en 1908 y 1913, aprovechando sus viajes a la Isla, en cumplimiento del encargo que se le había hecho para rehabilitar la Seo de Palma. Pero fueron los escultores Gabriel Moragues y Rafael Vidal quienes completaron los trabajos inspirados por Gaudí. Para terminar, en 1962 su Santidad el Papa Juan XXIII emitió el Breve Apostólico por el que le concedía el carácter de Basílica Menor.

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Placa de mármol que recuerda el paso de S.M. El Rey Don Alfonso-XIII por el Santuario

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Vista nocturna de la Plaza del Obispo Campins gran impulsor del Santuario a comienzos del siglo XX, con su estatua mostrando su actitud de sumisión ante la Virgen

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Coronación de la entrada a la Basílica

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Óculo con vidriera emplomada y hornacina con una imagen de Nª Señora sobre la puerta principal de entrada a la Basílica

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Interior de la nave principal de la Basílica vista desde el crucero, en el que se aprecia el cimborrio sobre la bóveda, la decoración de su intradós con pinturas ovaladas en las que se representa a los Doce Evangelistas y el retablo renacentista del Altar Mayor

Llegó la hora del concierto de los Blavets y tanto si se es devoto como si no, cualquier persona capaz de apreciar la belleza, no puede menos que cerrar los ojos y rendirse ante las voces angelicales de los niños que componen la Escolanía, cuando entonan la Salve y otras composiciones de carácter religioso, cuyo único fin es conseguir la elevación espiritual.

En un momento dado de su representación, los Blavets abandonan el frente del Altar Mayor y se distribuyen en forma de medialuna por las naves laterales de la Basílica, de tal modo, que su siguiente canto lo hacen a menos de un metro de distancia de los presentes, lo que nos lleva a admirar aún más los finos matices de sus bien moduladas voces, convirtiendo el Acto en una experiencia inolvidable y reconfortante, que sin duda recomiendo a todos.

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(Fin de la segunda parte).

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