“Buey que no esté en el mercado, no es vendido ni comprado” Refrán popular.
El Otoño es época de Ferias en Mallorca y nada hay comparable a visitar los mercadillos que se abren en las plazas de sus pueblos para conocer a través de estas celebraciones el pulso real de la isla, el de sus verdaderos habitantes, los que no cambian con las estaciones.
Las Firas o Ferias de Pueblo son el espejo del corazón profundo de Mallorca y de sus costumbres y, aunque casi hayan perdido la importante función económica que en otros tiempos tuvieron para la subsistencia de la Isla, hoy nos permiten conservar las raíces y también, conocer una vía más natural de acercarse a la tierra; la de los pequeños artesanos y productores que venden sin intermediarios el fruto de sus esfuerzos.
Gran parte de lo ofertado tiene que ver con la alimentación y es apreciable la creciente demanda de productos obtenidos mediante técnicas naturales u orgánicas, es decir, aquellos en cuyo proceso hay un escaso o nulo uso de fertilizantes, pesticidas o colorantes de origen químico. Y este deseo de comer sano no se ciñe únicamente a las frutas o verduras, pues ya se ha hecho extensivo a la preparación de alimentos tan básicos como el pan, los huevos, los embutidos o los dulces, según aumenta la conciencia sobre cómo y con qué debemos alimentarnos. Son los pequeños agricultores los que han de competir contra las grandes y poderosas cadenas de distribución en condiciones poco ventajosas, por ello debemos colaborar con ellos en la medida de lo posible, con el fin de fomentar el producto local y el valor añadido de saber que reducimos la huella ecológica y de que con nuestro granito de arena, ayudamos a la preservación del medio ambiente.
Y dado que de buenos condumios se trataba, para comer tocaba darse un homenaje en Can Na Toneta, el restaurante donde las hermanas Solivellas llevan 19 años deleitando a sus comensales con buen oficio y dominio del arte antiguo de aplicar sin estridencias la técnica de cocinado justa para cada alimento, buscando que todo salga como es debido. El almuerzo fue delicioso y mejor aún el trato con el que agasajan a los parroquianos, mediante el que son capaces de transmitir su pasión, aprendida tras largo tiempo entre los fogones, que cuenta con la ayuda directa de payeses y pescadores, además de con la inspiración inducida por su colaboración con otros conocidos cocineros mallorquines.
Para un fotógrafo aficionado las Firas son sin duda una ocasión perfecta para hacer buenas tomas; en cada rincón se halla un reto y la inspiración llega de forma fluida cuando se visita un lugar diferente al habitual, tan solo hay que tener presta la cámara y tratar de ver todo con “ojo fotográfico”. Las cámaras digitales, con sus rápidos objetivos y afinados sensores de imagen, permiten seguir tomando fotos cuando el Sol se ha ocultado, abriendo enormes posibilidades a la capacidad creativa del fotógrafo.
Las imágenes que acompañan esta entrada fueron tomadas en la reciente Fira de S´Oliva en Caimari, bonito pueblo del interior mallorquín en las estribaciones de la Serra de Tramuntana. Si desearas verlas ampliadas, solo tienes que pulsar con el ratón sobre cada una de ellas.
El pueblo de Caimari es de larga tradición en la producción de aceite, trazada al menos hasta la época romana. Pero fue a partir del siglo XVI, y sobre todo durante el XVIII y el XIX, cuando la explotación de los olivos y la comercialización del aceite se convirtió en la principal fuente de riqueza del pueblo, manteniéndose aún hoy día.
______________________________________
Créditos: Fotografías y texto del autor bajo Licencia Creative Commons 4.0 Attribution-Share Alike.
[…] visitantes para ver cómo conseguirla. Mallorca recuperará sus ritmos tranquilos salpicados de tradiciones y ferias otoñales, que son reminiscencia de una vida a escala más […]
Me gustaLe gusta a 1 persona