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Puerta principal de acceso al recinto fortificado de Capdepera protegida por la Torre de sa Boira a su izquierda y un balcón amatacanado sobre ella

Corría el año 902 cuando la isla de Mallorca cayó en manos de Isam Al-Jaulani, que también fue su primer Valí (Gobernador) con el respaldo de Abderramán-III, primer Califa Omeya de Córdoba. Mallorca permaneció en manos musulmanas durante tres siglos, hasta que el 31 de Diciembre de 1229, Jaime-I el Conquistador, Rey de Aragón, la recuperó para la Cristiandad.

En contra de la extendida creencia de que los musulmanes vivieron en sus alquerías mallorquinas una existencia de paz y miel, mientras pasaban el tiempo construyendo ingeniosas obras hidráulicas para el riego de sus huertas, la realidad es que el corso era una de sus principales actividades, siendo su área de acción favorita las costas mediterráneas desde Murcia hasta Livorno, sin despreciar las grandes Islas de Córcega y Cerdeña.

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Muralla Sur del Castillo de Capdepera y Torre-Puerta del Rey Jaime (II)

Las razzias musulmanas recibían como respuesta ataques de castigo de los Reinos y Repúblicas cristianas que los sufrían, algunos de consecuencias graves para los musulmanes mallorquines, como la Cruzada que decretó el Papa Pascual-II, que reunió a 12.000 guerreros embarcados entre las 300 galeras de la República de Pisa y otras 150 de una coalición de nobles feudales Provenzales, Occitanos, Rosellonenses, Genoveses, Narbonenses, Corsos y Sardos, entre los que se encontraba Ramón Berenguer-III, Conde de Barcelona.

La Cruzada llevó a cabo el asedio, destrucción y saqueo de gran parte de Madinah Mayurqa —la antigua Palma—, en el aciago año de 1114, tal como se describe en la crónica anónima Liber Maiorichinus Gesta triumphalia per pisanos facta de Captione Hierusalem et Civitatis Maiorucarum et aliarum civitatum escrita en latín por uno de los caballeros participantes en la expedición, fechada en Pisa en 1117. Este ataque no pudo consolidar la conquista de Mallorca, debido a las amenazas de asalto a los abandonados feudos de los caballeros participantes en la Cruzada por los temidos almorávides, lo que provocó que los coaligados regresaran a sus territorios con toda celeridad.

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Torre d´es Costerans, en la cara Sur de la fortaleza

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Torre de sa Boira, recinto amurallado de Capdepera

A pesar de la conquista aragonesa de Mallorca, los ataques de piratas musulmanes continuaron —esta vez desde las Costas de Berbería—, hasta bien entrado el siglo XVIII, siendo ésa la razón de la existencia de numerosas atalayas, castillos, torres y cubetos defensivos en el perímetro costero mallorquín,  con la misión de constituirse en observatorios avanzados para prevenir incursiones enemigas y, también, facilitar la defensa ante la llegada de los temidos corsarios depredadores de bienes, ganado y personas.

Fue Jaime-II, Rey de Mallorca, quien en 1300 impulsó la construcción de la Villa Fortificada de Capdepera sobre el Puig del mismo nombre. Sus 159 m de altura sobre el nivel del mar facilitaban la vigilancia de la costa Noreste de la isla, así como la de los movimientos en el Canal de Menorca. La intención del Rey fue también conseguir el agrupamiento de la dispersa población de la zona ayudándolos en su defensa, al situar la ciudadela amurallada sobre una cota arriscada que facilitaba el establecimiento de un núcleo de resistencia en el que acogerse y armarse para repeler los ataques.

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Fortaleza de Capdepera vista desde el Sur

La visita al pueblo de Capdepera y al conjunto amurallado es interesante por su indudable interés histórico y por las vistas que se tienen del pueblo, de las montañas y de la mar que se aprecian desde los adarves y torres del conjunto. Este monumento fue adquirido en el año 1856 por don José Quint Zaforteza y Togores en pública subasta y fue propiedad de su familia hasta el año 1983, en el que su biznieto, don José Quint Zaforteza y Olives lo cedió al Pueblo de Capdepera, pasando a estar regido desde entonces por el Patronato del Castillo de Capdepera, asociación sin ánimo de lucro. La visita tiene una cuota de entrada de 3,00 € que se destinan a la conservación de la obra, catalogada como Bien de Interés Cultural (B.I.C.).

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Vistas a la costa NE de Mallorca y al canal de Menorca desde la llamada Torre de ses Dames de las murallas de Capdepera

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Iglesia de Sant Bartomeu de Capdepera, vista desde el adarve de la muralla Sur

El perímetro fortificado es triangular, con cuatro torres de planta cuadrada. En su interior, se encuentran los restos de la Torre de Nunis de origen musulmán, sobre los que se construyó un molino harinero, del que sólo queda su cuerpo cilíndrico. También puede visitarse la cisterna que data del siglo XIV y la Ermita de la Mare de Déu de l´Esperança, Patrona de Capdepera, también del XIV, que cuenta con una talla de un Cristo gótico del mismo siglo y con una espadaña sobre la portada de la que penden dos pequeñas campanas de bronce. En la que fuera la casa del Castellano que gobernaba la fortaleza, hoy puede visitarse el Museu de la Llata, el arte de trenzar las hojas del palmito para confeccionar senallas y toda clase de recipientes de cestería para el uso diario, actividad que antaño fue la principal de la zona. Antes de salir, no hay que olvidarse de ir a ver la representación de aves rapaces que Artfalcons tiene en la sala abierta situada bajo la torre llamada d´es Costerans, con ejemplares vivos de búhos reales y siberianos, halcones, cernícalos y otras especies que dedican al noble y antiguo arte de la cetrería.

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Torre musulmana d´en Nunis, sobre ella se construyó un molino harinero del que sólo queda la estructura de su cuerpo cilíndrico

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Museu de la Llata

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Diversas herramientas y formas de trenzar la llata para obtener senallas, cuerdas y otros utensilios que antaño eran precisos en los usos propios de una sociedad agrícola

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Ermita de Nª Señora de la Esperanza, Patrona de Capdepera

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En el interior de la Ermita de la Mare de Dèu de l´Esperança se expone la talla policromada de un Cristo del siglo XIV, esculpida en madera de naranjo

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Magnífico ejemplar de búho siberiano de la asociación cetrera Artfalcons

Cierro esta entrada recordando que en en Capdepera se firmó uno de los más antiguos tratados que se conocen en Mallorca, cuyos signatarios fueron el Rey Jaime-I y el Cadí musulmán de Menorca. El acuerdo fue conseguido mediante una hábil estratagema planeada por El Conquistador para hacer tributaria del Reino Aragonés a la Isla de Menorca sin necesidad de tomarla por las armas. Para ello, mandó a sus hombres encender más de trescientas hogueras en la costa y alturas frente a Menorca, con el propósito de que los musulmanes menorquines, enterados de la conquista de la isla vecina, creyeran que un gran ejército se aprestaba a invadirlos, aviniéndose a aceptar sin lucha la oferta de vasallaje que se les propuso a cambio de salvar su isla, haciendo bueno uno de los principios del gran filósofo, militar y estratega chino Sun Tzu: El supremo arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar.

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We admire castles because we admire security Mehmet Murat Ildan.

Este novelista turco contemporáneo nos dice que  “Admiramos los castillos porque nos gusta la seguridad” a lo que añado que además suele agradarnos su estampa, siempre poderosa.

La presencia de un castillo nos habla de tiempos remotos de vida más turbulenta que la nuestra y, en el caso de Mallorca, no nos faltan ejemplos de ellos, pues encontramos fortificaciones en Alaró, Capdepera, Felanitx y Bellver, aparte de numerosas atalayas y cubetos defensivos dispuestos a lo largo de la costa. Su existencia no era gratuita.

CASTILLO DE BELLVER

El Castillo de Bellver, como los demás citados, está situado en una elevación, a 112 m sobre el nivel del mar y a tres kilómetros de la costa, hacia el interior. Su ubicación no se escogió para que los residentes pudieran admirar los pinares circundantes y disfrutaran de las frescas brisas, sino porque era un oteadero perfecto desde el que divisar con antelación la arribada de “los malos” cuando se produjera y así, tener tiempo para aprestarse a la defensa. Y es que en aquella época los enemigos eran muchos y fieros: piratas y merodeadores musulmanes procedentes de las costas de Berbería o del Sur del Levante peninsular; galeotas de la Serenísima —de la serenísima madre que parió a la República de Venecia— que, aunque solían “pescar” en caladeros del Adriático y del Este del Mediterráneo, tampoco le hacían ascos a estorbar la navegación de cabotaje por esta parte de la mar y lo mismo sucedía con la República Genovesa; por último, los corsarios turcos que no llegado aún su periodo de mayor esplendor, ya se dedicaban a fastidiar todo lo que podían.

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Fue el Rey Jaime II de Mallorca, quien sobre el 1.300 dio la orden de construir Bellver, ya que precisaba alojarse en una fortaleza temeroso de que sus familiares aragoneses le arrebataran por segunda vez su reinado. El trono del reino de Mallorca le fue devuelto en 1.296 por su sobrino Jaime II el Justo y el miedo a perderlo le hizo dar prioridad a la construcción, que se terminó en un tiempo récord de 12 años, algo inusual para la época en una obra de este tipo. Para lograrlo, hasta pidió un permiso especial a las autoridades religiosas para poder trabajar en domingo.  Su idea era utilizar el castillo como fortaleza y como residencia real —castillo de realengo—, los demás lo serían de señorío. El alarife al que encargó su diseño y construcción parece ser que fue Pere Salvá, al que también se le atribuye el Palacio de la Almudaina.

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No me cabe duda de que los conocimientos en Munatoria —el arte de fortificar— de este ingeniero militar eran avanzados, pues el Castillo de Bellver presenta ya muchos rasgos que más tarde serían frecuentes  en las fortalezas renacentistas, aunque parece ser que para su diseño se inspiró en el Herodión, el palacio-fortaleza del Rey Herodes el Grande.

C Bellver ArqueríasI) Se dice que sus formas redondeadas son infrecuentes en la arquitectura militar europea, lo que no es exacto, pues existen numerosos ejemplos de lo contrario, como el Castillo de Sant´ Angelo en Italia, los Castillos de York, St. Mawes y Pendenis en el Reino Unido, el Castillo de Wynendale en Bélgica, la Fortaleza Real Felipe en Perú y los Castillos de Caleta de Fuste y de San Juan Bautista en España, si bien, los dos últimos localizados en las Islas Canarias, son de una época posterior.

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Castillo de San Juan Bautista, Tenerife

II) Las formas curvas conseguían una mejor defensa de la fortaleza cuando era sometida a asedio, pues eliminaban los ángulos muertos, permitiendo mejores vistas sobre los atacantes y, además, ofrecían una superficie que favorecía el rebote de los bolaños, o proyectiles pedreros que la primitiva artillería disparaba contra las murallas.

Artillería de asedioIII) Por delante de los muros del castillo y de su foso, Pere Salvá dotó a la fortificación de unas barbacanas o antemurallas, es decir, una plataforma defensiva más baja, de muros almenados inclinados hacia el exterior —escarpas—, con un segundo foso adelantado en la zona más expuesta y con un adarve, o camino de ronda de gran anchura, cuyo propósito era, por un lado, alejar lo más posible las torres de asalto de las murallas en caso de asedio y, por otro, servir para emplazar y trasladar con yuntas de bueyes, las bombardas que se disponían en las cañoneras abocinadas existentes entre las almenas (se ven muy bien en la foto aérea que encabeza esta entrada). Desde estas piezas se hacía fuego rasante, con el fin de impedir el avance de los zapadores e infantería enemiga, así como evitar que aproximaran sus máquinas de asedio.

AsedioIV) El diseñador del castillo también ensanchó la base de sus muros desde el foso, inclinándolos hacia el exterior, creando lo que se conoce con el nombre de alambor o rebotadero. Este elemento servía para dos fines: dar mayor estabilidad y resistencia a la base de la fortaleza para resistir el peso de muros más gruesos y, que los bolaños —piedras redondeadas— y demás proyectiles que se arrojaban desde las almenas sobre los asaltantes que hubieran podido ganar el foso, chocaran contra su superficie y rebotaran, mejorando su capacidad de ofender al mesnadero que se encontrara por esos andurriales, lo que también se conseguía desde las saeteras de palo situadas sobre los alambores.

Muro alamboradoSección muro alamboradoV) En la coronación de la torre principal que, por encontrarse separada del resto de la fortaleza se denomina torre albarrana —aunque suene fatal—, se aprecia una corona de matacanes o ladroneras, suerte de voladizo sin suelo, por el que los defensores podían protegerse y arrojar toda clase de objetos ofensivos o líquidos ardientes a los sitiadores que desearan ganar su puerta, o también agua, en el caso de que la incendiaran.

Torre albarranaVI) Desde siempre, los tratadistas en materia de fortificaciones, mantuvieron sesudas discusiones sobre cuántos caballeros eran necesarios para tomar una fortaleza, cuestión que no fue zanjada hasta principios del S.XX, cuando don Pedro Muñoz Seca, en su famosa astracanada en cuatro actos La venganza de Don Mendo, determinó que “Para asaltar torreones / cuatro Quiñones son pocos / hacen falta más . . . quiñones”. Quedando esta cuestión dirimida para siempre 🙂

Torre albarrana 2

VII) El patio de armas, auténtico corazón de Bellver, es de planta circular y cuenta con dos órdenes de galerías en su perímetro interior, que denotan su empleo palacial, aparte del defensivo. El primero forma un soportal con arcos de medio punto y el segundo, con arcos apuntados con un parteluz o columna central, que en su tímpano decorativo superior dibuja una sencilla lacería gótica con óculos trilobulados. Bajo el patio hay un algibe de recogida del agua de lluvia, algo habitual en los castillos, para poder disponer del preciado líquido durante los sitios prolongados, ese es también  el motivo de que en el centro del patio exista un brocal de pozo.

Patio de armasVIII) Por circunstancias de la Historia, esta fortificación apenas sufrió asaltos, salvo los de la guerra contra los catalanes y la llamada Rebelión de las Germanías contra el Emperador Carlos I, que tuvo lugar en 1.521. Tras dejar de emplearse como residencia real, se utilizó como prisión con cierta frecuencia, comenzando por alojar a la mujer e hijos de Jaime III. En 1.717 pasó formalmente a ser la Prisión Militar de Palma y, entre sus paredes estuvo confinado el Ilustrado Melchor Gaspar de Jovellanos por sus desavenencias políticas con Manuel Godoy, Primer Ministro del Rey Carlos IV. En 1.976 se restauró el Castillo, siendo hoy día de propiedad municipal y destinado a Museo de Historia de la Ciudad de Palma, cubriendo el periodo entre los asentamientos talayóticos y la actualidad, lo que es un digno fin para un monumento de su porte, que cuenta ya con ocho siglos de antigüedad.

Hércules

Estatua de Hércules con sus atributos: la porra de madera de olivo y la piel del León de Nemea como señales de su fuerza, parte de las esculturas del Museo de Historia de la Ciudad de Palma.

Vistas del bosque de pinos en cuyo centro se enclava el Castillo de Bellver.

Bosque de pinos de Bellver

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Créditos: Fotografías del autor, salvo los croquis y grabados y las dos vistas aéreas que son de Wikimedia Commons .

Nota del 06/06/2.014: Agradezco a Mallorca Insólita @mallorcainsolit sus oportunas observaciones para mejorar esta entrada y corregir sus erratas.