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Los buenos proyectos hacen preguntas. Los buenos proyectos no están nunca acabados”. Alejandro Zahera, Arquitecto.

La semana pasada me alegré al leer en un diario de tirada nacional que ese gran edificio inacabado que se encuentra a la entrada de Palma, va a retomar sus obras de construcción. Me refiero al futuro Palau de Congressos, cuyas estructuras se encuentran en privilegiada posición frente al mar, cerca del emergente barrio de Portitxol.

Fachada al mar
Fachada al mar con apantallamiento a base de «brise soleils» de espuma de aluminio reciclada para evitar la insolación directa.

 

Desde su inicio, las razones de su construcción estuvieron rodeadas de polémica y no es de extrañar, se trata de un proyecto de gran volumen, con unos costes de ejecución acordes a su tamaño y cuyo destino aún no ha calado entre los palmesanos.

Las obras han estado paradas cerca de 20 meses —una víctima más de la crisis— por causa de los retrasos en el pago a la Constructora por parte de la Administración, cuya deuda se saldó recientemente gracias al Plan de Pago a Proveedores.

Las grandes obras de infraestructura, aparte de convertirse en nuevos puntos de referencia en la trama urbana de las ciudades, tienen un indudable interés social y el caso del Palau no es diferente. Se trata de un edificio singular que, una vez concluido, mejorará su entorno, colaborando al ordenamiento y a la prosperidad de un barrio, el Polígono de Llevant, que actualmente, se halla en plena transición desde el punto de vista urbanístico.

Vistas de la obra. Pulsar las imágenes para ampliarlas.

 

Quizá ahora sea difícil imaginar cómo se va a lograr esa transformación pues, la vista de sus estructuras inacabadas no ayuda a ello, pero no me cabe duda alguna de que así será. Si dijera que uno de los principales objetivos del Palau es ayudar a reducir el impacto de la ralentización económica que anualmente se produce entre los meses de Octubre a Mayo, quizá haga que la obra parezca más atractiva.

Los inviernos cortos y suaves de Mallorca, en comparación con los del resto de la Europa Continental, la situación del edificio junto al mar y a diez minutos andando del centro histórico de Palma, el indudable tirón y atractivo que tiene la isla entre nuestros vecinos comunitarios y, una buena gestión —no lo olvidemos—, logrará que cuando la instalación se encuentre en pleno funcionamiento, se incorporará al circuito de los principales Palacios de Congresos españoles, como los de Madrid, Barcelona, Bilbao o Valencia, cuya desventaja es hallarse muy alejados del centro de su ciudad o, los de Hamburgo, Múnich, Liverpool, Amsterdam, París o Milán, localizados fuera de la almendra central de sus capitales y sujetos a largas y oscuras temporadas invernales.

Vistas desde el Palau. Pulsar las imágenes para ampliarlas.

 

Ahora pensemos en los 1.500 ó 2.000 congresistas que se desplazarán a Palma cada vez que se convoque un Congreso Médico, Gastronómico, de Viajes o de cualquier otro sector activo en la organización de dichos eventos. Congresistas que han de ser alojados en Hoteles y, que en un momento u otro, saldrán a probar la cocina local, a visitar la ciudad y sus numerosos rincones de interés y que también, se llevarán recuerdos a sus lugares de origen. No hay duda de que esta clase de visitantes supondrá un incremento de la actividad económica en meses donde tradicionalmente baja y dicho aumento, generará nuevas oportunidades de trabajo y de negocio alrededor del trasiego de asistentes a las convenciones.

Atraer la celebración de Congresos no es tarea fácil. Se requiere una organización potente que sepa vender no sólo las cualidades antes mencionadas, sino también, fijar un precio competivo y rentable; se precisa también agilidad y dinamismo para ser capaces de cambiar la configuración interior del Palau cada semana —lo que supone más trabajo para diseñadores, carpinteros, tramoyistas, electricistas, catering—, con el fin de adaptarla a las necesidades de cada encuentro.

Si se lograran cumplir las condiciones anteriores y se obtuviera una buena redundancia en la celebración de convenciones —bajo número de días sin eventos—, el Palau de Congressos de Palma será uno de los servicios más productivos que pueda proveer nuestra ciudad y quizá, ahora se entienda mejor la razón por la que, como asegura el famoso Arquitecto Alejandro Zahera, los buenos proyectos hacen preguntas [o más bien, consiguen que nosotros nos las hagamos] y nunca llegan a estar terminados.

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Pude ver las obras del Palau de Congressos poco antes de su paralización, gracias a las visitas que preparaba su Departamento Comercial, con el propósito de darlo a conocer entre diversos grupos profesionales nacionales e internacionales con intereses en la Organización de Congresos y también, entre grupos de simples ciudadanos de a pié que, como yo, desearan conocer las interioridades del proyecto, detalle que es muy de agradecer.

Visita de un grupo de la Escuela de Turismo

Visita de la Escuela de Turismo a las obras del Palau.

 

La organización de estas visitas en grupo no estaba exenta de dificultades pues, como todo el mundo conoce, una obra de construcción es un lugar de riesgo permanente y requería coordinar con la Constructora la creación de itinerarios seguros que no estorbaran al desarrollo de los trabajos. Pero quien enseña lo que hace y cómo lo hace, es porque no tiene nada que ocultar y quien nada oculta, es alguien en quien se puede confiar.

Durante las visitas se mostraban los grandes espacios interiores y de servicios que conformarán el Palau y también, se explicaban los motivos de su construcción. Para entender mejor el Proyecto, se nos ilustraba sobre los criterios que Francisco (Pachi) Mangado, el Arquitecto Proyectista natural de Navarra y experto en el diseño de otros Palacios de Congresos, había considerado a la hora de concebir el de Palma. Baste tan solo decir que su forma quiere representar la de un gran pez varado en la arena, lo que nos ayudará a entender mejor el porqué de sus volúmenes y su esquema de funcionamiento.

Fachada interior de "escamas" de piedra de marés

Fachada interior de «escamas» de piedra de marés simulando las de ese enorme pez varado que representa el Palau

 

Antes de terminar, quisiera dedicar mi recuerdo a aquellas personas del equipo técnico, comercial, administrativo y de comunicación que trabajaron con ilusión en el proyecto y obras del Palau y que, como tantos otros, perdieron su empleo con la paralización de las actividades.

Cierro mi entrada con este video de cómo quedará el nuevo edificio una vez terminado, pues sus imágenes nos transmiten una notable diferencia estética con respecto al estado que hoy presenta y al que deberemos acostumbrarnos, pues su presencia será durante años una estampa familiar a la entrada de Palma.

 

“Los museos de verdad son los sitios en los que el tiempo se transforma en espacio”. Orhan Pamuk, Premio Nobel de Literatura 2.006.

Las medianías del S.XIX, fueron testigos del gran debate entre el inglés John Ruskin y el francés Eugène Viollet-le-Duc. El primero, crítico de arte y autor de “Las siete lámparas de la Arquitectura”, defendía el romanticismo de las ruinas como parte del legado de nuestros ancestros, las cuales deberían de ser conservadas tal cual se hallaban. El segundo, arquitecto, sostenía que la preservación de los monumentos antiguos no tenía sentido si no eran rehabilitados y destinados a un uso actual.

La controversia nunca llegó a resolverse del todo, aunque puede afirmarse, con las debidas cautelas, que hoy día los criterios de rehabilitación de edificios y monumentos van más por la vía que sostenía el arquitecto francés. Y ese dilema debió suscitarse a la hora de decidir qué hacer con el baluarte de Sant Pere.

La ubicación privilegiada de esta antigua fortaleza en el centro de Palma, frente al mar y flanqueada por Sa Riera que hacía de foso natural, así como los muchos años de abandono que llevaba padeciendo, movió a las Instituciones a instalar entre sus recias murallas el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Palma, encargándose el proyecto al mallorquín Estudio de Arquitectura STC formado por los arquitectos Vicente Tomás y Ángel Sánchez-Cantalejo, que contaron con la colaboración de los hermanos Luis y Jaime García-Ruíz, también arquitectos.

Es Baluard y Sa Riera

Es Baluard y Sa Riera

Los cuatro proyectistas diseñaron una sobria construcción de hormigón visto de color blanco, acero, vidrio y madera, con unas terminaciones neutras que “dialogaran” de forma natural con las nobles piedras de marés que conforman los muros y contrafuertes de la antigua posición costera. La disposición de espacios y la distribución de recorridos añadió valor a la nueva instalación, de tal manera que se crearon zonas de exposición exteriores e interiores, con el propósito de facilitar su relación con la ciudad que las rodea y con el mar, vía por la que un día arribaron visitantes menos amigables de los que hoy recibimos y que en definitiva, fueron los que dieron el sentido original a la existencia del bastión defensivo.

Vistas de Es Baluard. Pulsar sobre las fotos para ampliarlas.

La comunicación entre los espacios expositivos es lineal, a través de largos pasillos y de rampas que nos conducen de forma natural por las distintas salas y terrazas donde se exponen las colecciones del Museo.

Rampas exteriores

Rampas exteriores

Casi todas las obras mostradas en el  interior del Museo, pueden contemplarse bajo una agradable iluminación natural que se tamiza a través de unos lucernarios a 90º en su techo; estos elementos, además sirven para regular las diferencias en la intensidad de la luz natural que llega a las salas en cada estación del año. Y hablando de luz, podría decirse que Es Baluard tiene dos caras: la diurna, donde la fuerte insolación mediterránea hace resaltar al color blanco de sus muros de hormigón y, la nocturna, más cálida, que realza con iluminación eléctrica los antiguos muros de piedra de marés.

Patio central

Es Baluard, Patio central

Terraza de la cafetería

Es Baluard, terraza de la cafetería al añochecer

El Museo posee una zona de exposiciones permanentes con obras pictóricas, escultóricas y fotográficas de artistas relacionados con las Baleares del siglo XX a la actualidad, entre los que encontramos a Antoni Ribas, William Degouve, Ricard Ackermann, Arnaldo Pomodoro y muchos otros.

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En Es Baluard también se organizan numerosas exposiciones temporales que vienen a dar vida y movimiento a una institución museística que es de todo menos estática, lo que hace atractiva su visita con cada nueva inauguración. Como aficionado a la fotografía, me llamó la atención la denominada Reproductibilitat 1.1 y entre sus obras, el impresionante retrato titulado Konstantina de Pierre Gonnord y el tríptico Prosper I de Francisca Martí.

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Pero este Museo es mucho más que un lugar en el que solamente se enseñan obras de arte, pues su utilidad para el ciudadano o visitante de Mallorca va más allá de la mera contemplación de colecciones artísticas. Me gustaron mucho sus terrazas, de grandes superficies con suelos de piedra o madera, donde también se exponen esculturas y se encuentran recoletos rincones con sofás y sillones que invitan a tomarse un respiro y a charlar o leer en un entorno diferente.

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Desde los adarves —camino de ronda de las murallas en la parte más alta de la fortaleza—, se contemplan buenas vistas de la Catedral, de la Bahía de Palma, del Barrio de Santa Catalina y, más a lo lejos, del Castillo de Bellver, conformando una atalaya privilegiada desde la que disfrutar de los espectaculares amaneceres o atardeceres que nos regala el cielo mallorquín. En definitiva, cuando se visita Es Baluard se puede sentir cómo se produce esa mágica transformación del tiempo en espacio que, tal como afirmaba Orhan Pamuk, es la que lo convierte en un Museo de verdad.

Catedral de Palma

Catedral de Palma de Mallorca

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En el siglo XVI Mallorca era un centro neurálgico del tráfico comercial del Mediterráneo, amenazado permanentemente por las visitas indeseadas de piratas venidos de Berbería, o de corsarios patentados por naciones en conflicto con el Imperio Español, entre ellos el tristemente célebre Khairad-din (Barbarroja) o el odiado renegado turco Hardín Cachidiablo (Drub El Diablo).

BARBARROJA

El temible pirata turco Barbarroja

Situaciones parecidas se daban en todas las posesiones del Imperio, lo que llevó a S.M. el Rey don Felipe II a despachar Ingenieros Militares que proyectaran y desarrollaran planes de fortificación en los puntos con mayor riesgo de sufrir ataques y expolios. En el caso de Mallorca fue el ingeniero Giacomo Palearo, el que inició en el año 1.575 la construcción del bastión de Santa Catalina, nombre de la puerta medieval y del antiguo barrio de pescadores situado a poniente del enclave. La fortaleza fue llamada también bastión de Santa Creu, por la parroquia próxima y baluarte de Sant Pere, por el nombre de una de las calles laterales, de donde procede su denominación actual de Es Baluard.

En el Renacimiento, la Artillería —Ultima ratio Regis— ya se había enseñoreado de las batallas terrestres y navales; ello obligó a los Ingenieros Militares a diseñar masivas fortificaciones de forma poligonal o adiamantada, con perfiles más bajos y parapetos más anchos que los de los castillos medievales, con la particularidad de que sus muros se construían con una pendiente hacia el exterior —la escarpa—, de entre 15º y 20º, cuyo propósito era favorecer el rebote de las granadas de la artillería enemiga al incidir en ellos y así impedir la penetración de la muralla.

ARTILLERÍA DEL RENACIMIENTO

Inusual cañón de retrocarga del S.XVI

El último ataque importante que sufrió Es Baluard ocurrió en fecha tan próxima como el 11 de Enero de 1.963 y logró derribar buena parte de sus muros, según la noticia que publicó El Diario de Mallorca. Los piratas esta vez se presentaron bajo la forma de especuladores inmobiliarios, que atentaron sin reparo contra los restos de la posición, pese a que ésta había sido declarada Monumento Nacional. Pero no salieron indemnes pues, tal como relató la prensa de la época, los culpables fueron apresados y condenados a sufragar la reconstrucción de la muralla demolida por la mina que mandaron colocar y además, a otras penas de prisión.

Y ahora tú, querido lector, dime si estás más de acuerdo con las teorías de John Ruskin que hubieran aconsejado dejar el Baluarte de Sant Pere en el estado en que se hallaba o, por el contrario, apoyas las tesis de Eugène Viollet-le-Duc y prefieres ver esta fortificación reconvertida en la institución cultural de primer orden que disfrutamos hoy . . . el debate aún sigue en pié.

Créditos: Fotografías del autor, las imágenes de personajes históricos son de Wikimedia Commons y las dos fotos nocturnas de Es Baluard han sido cedidas al autor por la propia institución.

Corazón que no quiera sufrir dolores, pase la vida libre de amores” Ibn Hazm, poeta cordobés del S.IX

En la rotonda situada en el desvío a Portitxol, frente a las obras del futuro Palau de Congressos de Palma,  llama la atención una estatua de bronce sobre un pedestal de piedras de marés, que representa a una joven de triste figura, que camina frente al viento con la mirada baja, mientras porta displicente una lira en su mano derecha.

Nuredduna se llamaba la desdichada y era una sibila o mujer sabia, muy apreciada por sus capacidades adivinatorias, virtudes sin duda heredadas de su padre, que era el sacerdote del poblado talayótico de Ses Païses de Artá, hará ya unos 3.000 añitos.

Nuredduna, la sibila. Pulsar sobre las imágenes para una vista ampliada.

Un día como otro cualquiera, arribaron a sus costas unas embarcaciones griegas, que no iban buscando Ítaca precisamente. Como la vida en los inicios de la Edad del Hierro era bastante monótona, los talayóticos aburridos de pasar sus días pastoreando cabras, decidieron apresar a los griegos y celebrar una fiesta donde la atracción principal sería la torrada de navegantes, como oferta a sus dioses para que les fueran propicios.

Birremes Griegas con el ojo de Poseidón pintado en la proa y Poblados Talayóticos. Pulsar sobre las imágenes para ampliarlas.

Pero uno de los apresados llamado Melesigeni —imagínaos la planta: torso musculado, con abdominales modelo tableta Suchard, curtido por el sol y por la mar y con todo el aspecto de ser un hombre muy viril que come carne cruda y duerme sobre tabla— le puso ojitos a la sibila mientras entonaba con su lira dulces cantos que debían decir algo así como: “porque sin ser tu marío, ni tu novio, ni tu amante, soy el que más ta querío, con eso tengo bastante . . . “ —ya saben, el viejo truco de «vente conmigo que te voy a tocar . . . la lira«— y la bella Nuredduna cayó seducida sin remedio en la red tejida por el intrépido marino.

MELEGISENI

El audaz Melegiseni, de su perfil de Facebook. Esa minifalda . . . 

Como nada detiene a una mujer enamorada, Nuredduna convenció al resto de pobladores de que le dejaran encargarse personalmente del prisionero, con el fin de llevarlo a las cuevas de Artá y dejarlo morir allí lentamente (ejem, de . . . amor supongo).

CUEVA DE ARTÁ

Cueva de Artá

El caso es que por muy sibila que fuera, a alguno de los lugareños no les convenció la excusa pues, ni siquiera en aquellos tiempos tan antiguos, se veía bien que llegara el típico guaperas con barco a levantarles las titis y, encima, que se llevara al guayabito del poblado. Se acercaron pues a las grutas y comprobaron que Nuredduna había liberado a su dulce cantor, lo que les provocó un cabreo negro de mucho cuidado y, como eran duchos en aquello de trabajar el marés, lapidaron por traidora a la bella enamorada, cual si de crueles talibán se hubiera tratado.

Nuredduna, medio muerta ya la muy infeliz, se refugió en la cueva donde había vivido su pasión con el cautivo. Encontró allí la lira que su amado había abandonado en la precipitada fuga y, tomándola en sus brazos, murió. Se dice que al expirar, las piedras de la cueva susurraron “Per un batec de l´ànsia amb què ton cor expira / daríem les centúries de calma que tenim”, es decir, “por un latido del ansia con que tu corazón expira / daríamos los siglos de calma que tenemos”. De ahí debe venir aquello de ¡Ay si las piedras hablaran!

CORAZÓN DE PIEDRA

Si las piedras hablaran . . .

Pero la tragedia no terminó aquí, Melesigeni sospechó lo que los talayóticos iban a hacer con Nuredduna y regresó al barco para contar a sus colegas su apasionada aventura ,—vamos, lo mismo que hizo L.M. Dominguín cuando se ligó a Ava Gardner—. Sus compañeros, rudos marinos acostumbrados a lidiar en sus travesías mediterráneas con Lestrigones, Cíclopes, Minotauros y Sirenas, decidieron aplicar un tratamiento que más tarde Alejandro Magno pondría de moda en Persépolis —el de no dejar piedra sobre piedra—.

Ulises y las sirenas

Ulises desafiando a las Sirenas.

Regresaron a Ses Païses de Artá en orden de combate con la idea de mostrar a sus pobladores las «bondades» del fuego griego y, en agradecimiento por los servicios prestados, arrasaron el asentamiento sin dejar títere con cabeza. En fin, eran tiempos donde las reclamaciones de los turistas eran algo más complicadas de resolver que hoy día.

GREEK WARRIORS

Melegiseni y sus amigos, algo enfadados, deciden vestir sus mejores galas de hoplitas.

Se dice que desde entonces, el espíritu doliente de nuestra prendada sibila pasea sin rumbo por las cuevas de Artá, siempre abrazada a su lira . . .

¡Buf! vaya final, de auténtica tragedia griega pero ya veis que, como tantas otras veces en la vida real, no siempre ganan los buenos y no siempre triunfa el amor 😦

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En el imaginario colectivo de las islas de todo el mundo se dan con frecuencia historias de amoríos imposibles que tienen grandes paralelismos con la de Nuredduna: en estos relatos, la chica suele ser de origen noble, guapa y además, está investida de cualidades sobresalientes; conoce al pimpollo que, a su vez, es un apuesto caballero que llega de ultramar; se encuentran, y a pesar de que todo juega en su contra, el flechazo es instantáneo; tras una hermosa pasión de complicado futuro, uno de ellos, o los dos, mueren en circunstancias trágicas, sin que haya lugar a la redención. Tras el fatal desenlace, queda su memoria flotando para siempre en las leyendas locales. Me refiero a relatos como los de Gara y Jonay, de la isla canaria de La Gomera, o el de Guanina y el Capitán Sotomayor, de nuestra muy querida isla de Puerto Rico. También hay otras fábulas sin un final tan tremendo, como la vivida por la ninfa Calipso y Ulises, en la mitológica isla de Ogigia.

El poeta don Miquel Costa y Llobera, natural de Pollença, fue el autor de “La deixa del geni grec” o “El legado del genio griego”, obra que le hizo ganar la Eglantina en los Juegos Florales de Barcelona de 1.902. En 1.947, con libreto de Miquel Forteza y música de Antonio Massana, fue convertida en la ópera Nuredduna.

El personaje de Nuredduna representa al fuego sagrado, a la tierra, a lo sólido, a la raigambre de la estirpe, mientras que Melesigeni y su lira simbolizan el expansionismo civilizador griego, auténtica alma mater de nuestra cultura occidental y mediterránea.

La escultura de Nuredduna que hoy está en la explanada de Can Pere Antoni, fue encargada por el Ayuntamiento de Palma a Remigia Caubet en 1.971. En 1.972 se aportaron los fondos; en 1.975 la escultura ya estaba terminada, pero no fue hasta 1.995 —tras veinte años de semi olvido en un depósito— cuando se colocó en su actual emplazamiento que, al menos, permite a la malhadada sibila mirar con melancolía hacia ese mar Mediterráneo por donde llegó su gran amor.

LOVE IN THE SAND

Y tú querido lector, si conocieras algún mito más como este, podrías contárnoslo aquí.

Créditos: Fotografías e imágenes del autor y de Wikimedia Commons.

“Si pudiera contarlo con palabras, no me sería necesario cargar con una cámara” Lewis Hine.

Entre los contenidos de este blog se encuentran las fotografías y referencias continuas a la Sierra de Tramontana. La toma de imágenes y echarse al monte, siempre fueron dos de las aficiones —casi pasiones— del autor de estas líneas.

Y hoy quisiera presentaos a Marcos Molina, un sobresaliente fotógrafo mallorquín cuyo trabajo sobre paisajes de la isla encontré por casualidad, navegando de noche por internet. En cuanto vi sus imágenes, de un atractivo estético impactante, me di cuenta de que tras ellas había largas horas de esfuerzos y dedicación.

Pero dejemos que sus imágenes hablen por él.

Sin duda, Marcos domina la técnica fotográfica y la posproducción, pero como todo buen fotógrafo, sabe además manejar la luz, que es su auténtica materia prima. Lo demuestra enseñándonos cómo los elementos naturales transforman la visión de los paisajes, tal como se ve en las siguientes fotografías, debido a las variables circunstancias ambientales de cada toma.

Fotografía y Naturaleza, a priori un buen trabajo al que dedicarse ¿verdad?, aunque como habréis podido comprobar, registrar el instante en el que la luz es propicia, es una labor de duros horarios y de soledad. Pero estoy seguro de que Marcos encuentra su recompensa disfrutando en privado de las más grandiosas vistas y de ese plus que las imágenes no pueden transmitirnos, como es sentir la brisa en el rostro, escuchar los sonidos del despertar del día, los olores a bosque y a sal y la quietud espiritual de los ocasos . . .

Desde estas líneas, tan solo me queda felicitar a este gran fotógrafo de paisajes mallorquines, por su pasión y por permitir que los demás podamos deleitarnos con su creatividad 😀

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Créditos:

Agradezco a Marcos Molina la autorización para publicar esta entrada y el material que contiene.

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Lewis Hine (1.874-1.940), fue  un sociólogo y fotógrafo norteamericano que si bien se consideraba más artista que científico, tomaba fotografías de claro corte sociológico que sirvieron, entre otros objetivos, para denunciar el trabajo infantil y las miserables condiciones de vida de los inmigrantes que llegaban a la Isla de Ellis en Nueva York, pues entendía que sus imágenes poseían una gran potencial crítico. Trabajó como fotógrafo del National Child Labor Committee, logrando con sus esfuerzos que se introdujeran cambios en la legislación laboral infantil. Son muy conocidas también las fotos que tomó durante la construcción del Empire State Building y sobre la labor de la Cruz Roja durante la Primera Guerra Mundial.

“Muchas cosas atraen mi mirada, pero pocas mi corazón”. Tim Redmon.

¡Hola! pasa y tómate un café. Acababa de llegar y me sorprendió la amable propuesta, casi ni me había dado tiempo a saludar. Tras una larga jornada por la Sierra de Tramontana, recorriendo las crestas que dominan Valldemossa, llegaba con ganas de soltar la mochila y darme una buena ducha, pero el café me revivió, como también lo hizo la conversación que mantuve con Michael y María, propietarios de Agroturismo Son Viscós. Parecía que estuvieran recibiendo a un pariente lejano y querido al que hace tiempo que no ven, en lugar de a un huésped más.

S TRAMONTANA

Encontré este alojamiento por pura casualidad, mientras surfeaba la web. Cuando viajo busco opciones a escala humana, aquellas que ofrecen más encanto que el que pueden dar los hoteles convencionales. Y en Mallorca fuera de temporada, no es difícil hallarlas a precios razonables.

Del exterior de Son Viscós llamó mi atención la ventana geminada, con su esbelto parteluz sobre la puerta de acceso, indicio de que el edificio podría ser muy antiguo, del siglo XIII o XIV. El resto de la fachada en piedra de marés, la convertía en una más de las que se ven en las zonas rurales de la isla y su situación, junto a la antigua carretera a Valldemossa, no la hacía destacar en exceso.

VENTANA GEMINADA Y ENREDADERA

Sin embargo, al traspasar el zaguán di con un interior cálido, decorado de forma acogedora con una mezcla ecléctica de muebles antiguos y piezas rústicas mallorquinas —¡Vaya! pensé, la belleza real está en el interior, como en las casas árabes— Michael me confirmó la antigüedad del inmueble, que fue Casa de Postas desde el año mil trescientos y pico, cuando la Cartuja Real de Valldemossa era residencia de Sancho-I El Pacífico, Rey de Mallorca y de ahí, su ubicación junto al hoy poco transitado camino.

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Mi habitación estaba en la planta baja, en lo que antaño fueron los establos. Suelo, techos y paredes pintados en blanco, con una enorme piedra incrustada en la pared, que le daba un toque original. Ya sabes, si no puedes demolerla, déjala y consigue de paso un efecto sorprendente. Con una noche negrísima de Luna Nueva y sin más ruido que un lejano rumor de agua, dormí como un bebé.

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Por la mañana conocí a Isabel, que me tenía preparado un delicioso desayuno en la terraza. No llevábamos hablando más de dos minutos y parecía que nos conociéramos de toda la vida ¡qué mujer encantadora! Se unió Michael a la tertulia y al preguntarle de nuevo sobre la casa, me contó que la estaban rehabilitando poco a poco, con esfuerzo, pero sin prisas, querían hacerlo bien.

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Como quien no quiere la cosa, Michael me preguntó si conocía los jardines y señalaba hacia lo que parecían ser unas huertas al otro lado de la carretera. Me dijo que dentro estaban las ruinas de dos molinos árabes, un bosquecillo de bambú, algún salto de agua y yo confieso que miraba escéptico hacia donde indicaba, pues creía que fantaseaba un tanto. Pero Isabel me dijo —vamos, que te acompaño un poco— y traspasamos la cancela hacia una zona abancalada de antiguos cultivos comunicados por trochas. Aquello era salvaje, un jardín natural que se extendía a ambos lados de la finca partida en dos por una torrentera con gran cantidad de agua —la que en tiempos movió los molinos— agua que descendía con fuerza desde la vecina Sierra de Tramontana, todo un lujo en Mallorca.

Isabel regresó a sus ocupaciones y me quedé solo visitando los molinos árabes, uno de cereal, el otro de papel; bajé al inusual bosquecillo de bambú y pasé al otro lado del barranco, donde encontré más vegetación en forma de bosque de pinos, saladinas, acebuches y sabinas, con un sotobosque lujuriante lleno de flores raras que no conocía. Las estribaciones de la Sierra de Tramontana ponían fondo al espectacular decorado.

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Tras deambular sin prisa por los rincones de aquel vergel escondido, me senté un rato a meditar. Caí en la cuenta de que existe gente que sueña y se queda quieta, y gente que sueña y trabaja cada día para hacer realidad lo que sueña. Pensaba también sobre cuál es el factor que marca la diferencia entre una estancia placentera y otra inolvidable. ¿El lugar?, puede; ¿la decoración?, quizá; ¿las personas?, sin duda y me vinieron a la cabeza palabras como amor, cariño, dedicación, ilusión, optimismo, sencillez, atención . . . en definitiva, aquellas que siempre han regido las antiguas leyes de la hospitalidad, aquellas que forman la vía que va directa al corazón.

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Nota del autor: Esta entrada la he escrito motu proprio, de acuerdo con el Código de Confianza C0C, nadie me la pidió y si lo he hecho así, ha sido en justo agradecimiento a la estupenda experiencia que viví en Son Viscós. Son las personas como Isabel, María y Michael, las que hacen que el mundo sea un poquito mejor cada día y fue un verdadero placer compartir su compañía y sus conversaciones.

C0C Básico

Actualización de Abril de 2015: El prestigioso periódico New York Times, recomienda a Son Viscós como alojamiento al final de este artículo sobre la pujante cocina mallorquina.

(Fotografías del autor excepto las denominadas Terraza, Puente, Estudio, Piedra, Romero, Jardín-1 y Jardín-2, cedidas por Agroturismo Son Viscós).

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Era un precioso día de finales de Septiembre, entrado ya de lleno en las calmas que preceden al Otoño. Había recorrido las alturas de Sóller por las sendas de la Sierra de Tramontana, con la suerte de haber gozado de una jornada de atmósfera estable, buena  temperatura y excelente visibilidad. Cerrarla contemplando la puesta de sol sobre la mar y de paso, intentar cazar al elusivo rayo verde, no parecía tan mala idea.

El rayo verde

Al igual que  muchos otros que contemplan con deleite los atardeceres mallorquines, nunca he podido verlo. Se trata un fenómeno infrecuente que solo se da en determinadas condiciones atmosféricas, en el preciso instante en que el disco solar desaparece tras el horizonte. Hay que estar muy atento para poder verlo, pues su destello dura menos de dos segundos.

Hace mucho leí una novela de Julio Verne titulada precisamente así, “El rayo verde”. Relataba una historia de amor alrededor de una antigua leyenda en la cual se aseguraba que aquellas parejas que contemplaran juntas el rayo verde, quedarían irremisiblemente enamoradas gracias a que en ese preciso momento mágico surge el amor.

Esperando al rayo verde

El que quiera disfrutar de espectaculares puestas de sol, puede buscarlas en el Faro de Cap Gros, tras recorrer kilómetro y medio por una empinada carretera que nace en el Puerto de Sóller. A mitad de trayecto, encontrarán una cruz erigida por suscripción popular, en memoria del Teniente de Caballería don Francisco Javier Lizasoain y Muguiro, hijo de Sóller, asesinado durante la guerra fraticida que nos enfrentó a los españoles en los años 30 del siglo pasado ¡Nunca más nos suceda algo semejante!

Actualización del 15 de Agosto de 2016: La cruz mostrada en la imagen ya no existe, fue demolida por aquellos que intentan negar y reescribir la Historia, olvidando que los pueblos que la ignoran están condenados a repetirla.

Tte. de Caballeria don Fco. Javier Lizasoain

Continuando el ascenso a pié, quince minutos después, se encontrará el faro sobre un morro acantilado localizado al Oeste de la bocana de la rada natural del Puerto de Sóller, un lugar de privilegiados panoramas.

Faro de Cap Gros

Casi pegada al faro hay una pequeña explanada que sirve de estacionamiento y junto a ella, se encuentra el Refugio de Muleta. La amplia terraza del refugio está orientada a Poniente y si en Mallorca el crepúsculo suele vestir cielo y mar de una asombrosa gama de azules, violetas y anaranjados, el poder apreciarlos desde esta elevada atalaya lo convierte en un espectáculo incomparable.

Pulsar sobre las fotografías para ampliarlas.

La quietud que precede a los largos ocasos parece predisponer a la meditación, o a la elevación de nuestro espíritu en sintonía con la Naturaleza, cada cual siéntalo a su manera. Paré de hacer fotos para recrearme en el momento y casi sin pensarlo, seleccioné en mi iPod a Farinelli cantando la desgarradora Lascia ch´io pianga, aria que pareciera dedicada a los desventurados huérfanos de amor, sin mitad con la que compartir la seductora visión del rayo verde . . .

Y tú querido lector, ¿has sido de los afortunados que ha podido disfrutadar del rayo verde junto a la persona adecuada? ¿Te atreverías a contarlo? 😉

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El Refugio de Muleta es uno de los situados a lo largo del Sendero de Gran Recorrido GR-211, o Ruta de la Piedra en Seco, llamada así por la manera en que están construidas las vallas de piedra —al método tradicional, sin argamasa— que se encuentran en muchos tramos de su recorrido a través de la Sierra de Tramontana.

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El aria que canta Carlo Broschi “Farinelli”, uno de los más famosos castrati italianos del periodo Barroco, pertenece al Acto Segundo de la Ópera Rinaldo, de Georg Friedrich Haendel. El fragmento mostrado es un corte especialmente trágico de la película Farinelli, aquel en el que, mientras canta el aria recuerda su traumática emasculación. El film es de 1.994, lo dirigió el belga Gérard Corbian y contó con la gran interpretación de Stefano Dionisi en el papel del castratoFarinelli vivió 25 años en España al servicio del Quinto Felipe, el primero de nuestros Reyes Borbones, al que cantaba como terapia contra su melancolía por petición expresa de S.M. la Reina doña Isabel de Farnesio, nacida en Italia como Farinelli. La fama del cantante le procuró un gran predicamento, llegando a alcanzar el título de Primer Ministro en la corte madrileña.

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Tras años trabajando en una gran Consultora —lo más parecido a una moderna esclavitud— lo había conseguido: empezaba una nueva etapa en una compañía del IBEX, además era de las del lado del capital, no del de los servicios. La diferencia es sustancial: el que paga manda y solo conoce de soslayo la agonía de la lucha por cada nuevo contrato.

Fue citado por el Director General para su primera asignación: Mallorca. ¡Bien! pensó. Más su gozo fue efímero: su mandato consistía en organizar el cierre gradual de la Delegación local. Shit happens! Todo el mundo  prefiere crear, no destruir. Incluso los ejecutivos.

Jornadas interminables incluyendo fines de semana y mucho estrés. Morituri te salutant era el recibimiento que cada mañana le brindaban aquellos que iban a perder su trabajo. Y encima, no conocía a nadie con quien poderse tomar una cerveza y charlar de algo agradable.

Por la noche corría por el Paseo Marítimo, se despejaba con el frescor de las brisas vespertinas y la vista de los yates, como el espectacular Nabila. Pensaba en cuanto mejor le iría si se dedicara al tráfico de armas, tal como hacía el propietario de aquel “chinchorro”, en fin, tonterías que solo se le ocurrían a esas horas.

PASEO MARITIMO PALMAPuerto deportivo junto al Paseo Marítimo.

 

NABILANabila

 

Tras dos meses sin parar y con un punto de desesperanza, llegó la Caballería al rescate en forma de cliente agradecido, o quizá apiadado por su estado anímico. En una conversación no tan intrascendente, le preguntó si conocía la Cartuja Real de Valldemossa y, ante su negativa, le sugirió la posibilidad de visitarla y pasear por sus jardines, —total solo se encuentra a 14 km de Palma— le dijo.

Esa tarde adelantó su salida y llegó a Valldemossa con el sol cayendo. Apenas quedaban ya visitantes, la temperatura era agradable y aún pudo disfrutar de los jardines de la Cartuja antes del cierre. Se quedó solo, entre cipreses y arrayanes, escuchando el correr del agua y los cantos de mil jilgueros. Desde su arribada a Mallorca fue la primera vez que entró en sintonía con la Naturaleza isleña, entonces cayó en la cuenta de que su estrés había desaparecido y se sintió libre . . .

Fotos de Valldemossa, pulsar para ampliar las imágenes.

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El pueblo de Valldemossa se encuentra en la cara Sur de la Sierra de Tramontana, precioso conjunto de edificios de piedra con cubiertas de teja árabe y estrechas callejuelas. La Cartuja Real fue alojamiento del Wali musulmán y, tras la conquista, el Rey Jaime II de Mallorca ordenó su reforma en 1.309, con el fin de que su asmático hijo Sancho I, conocido más tarde como “el Pacífico”, tuviera un lugar donde pudiera respirar mejor.

Jaime II de Mallorca

Jaime II, Rey de Mallorca

 

En 1.399 tras la desaparición de la dinastía mallorquina, Martín I El Humano Rey de Aragón, cedió el Palacio a la Orden Cartuja para que fundara un monasterio que sus monjes ocuparían y transformarían durante los siguientes cuatro siglos. En 1.835 la Desamortización de Mendizábal expulsó a los frailes y la Cartuja pasó a manos privadas. En pleno Romanticismo, hacia 1.838, el compositor Frederic Chopin y la escritora George Sand alquilaron una de las celdas para invernar. Su vida “en pecado” fue piedra de escándalo para la tradicional sociedad valdemosina y, mientras George Sand les agradecía la deferencia escribiendo “un Invierno en Mallorca”, feroz diatriba contra los usos isleños, Frederic Chopin compuso los introspectivos Preludios opus 28. Hoy día, aún es posible pernoctar en la Cartuja Real, pues cuenta con varios apartamentos  decorados con señorial estilo mallorquín en un entorno de espectaculares vistas, sobre todo para los afortunados que se alojen en su torre.

Pero nuestro estresado ejecutivo prefería Son Viscós para sus estancias, una antigua casa de postas que por mérito propio, será objeto de una entrada dedicada en este blog. A la hora de comer tenía que ser rápido y acudía a la sucursal local de Cappuccino Grand Cafe, donde sirven eclécticos menús a cualquier hora, siendo su favorito el pollo al curry con langostinos y la deliciosa tarta de zanahoria que allí preparan.

Créditos: Fotografías en blanco y negro del autor, resto con licencia Wikimedia Commons.

“Tiene una belleza discreta, una paz lenta, cae sobre la tierra, es mágica . . . La amo porque creo que no cambiará nunca y aquí me siento como en casa”. Sybilla Sorondo, diseñadora de moda

Fotos: Espectaculares los almendros mallorquines en plena floración. Pulsar para ampliar.

Cuando me dijeron que el sobrenombre de Mallorca era Isla de la Calma, pensé que me tomaban el pelo. Cualquiera que haya pasado por el Aeropuerto de Son San Joan entre Junio y Septiembre, habrá comprobado que aquello es un preludio de todo menos de calma. Después, lo comprueba en los abarrotados centros turísticos, en las calas con exceso de cemento sobre la costa y de barcos en la mar.

Más un viajero nunca se conforma con la primera impresión, entiende que nadie desvela sus secretos sin antes conocerse un poco, sin que medie un interés sincero capaz de abrir los sentidos y el espíritu.

Es entonces cuando surge esa otra isla de tradiciones antiguas preservadas con celo en sus pueblos del interior, con sus viviendas de sobria arquitectura y sus empinadas calles revestidas de piedra de marés. Pueblos de gente amable que en sus jardines planta buganvillas, viñas, olivos, almendros, algarrobos, cipreses y palmeras, bajo cielos de profundo azul que se pierden en una mar siempre cambiante.

Recorrer Mallorca fuera de temporada es un privilegio y el sueño cumplido del viajero que, sin que sin haberse dado cuenta, ya se halla irremisiblemente perdido por la Isla de la Calma.

¿Vamos?