«Ningún lugar puede amarse si no se tienen recuerdos adquiridos en él» Marina Tavares, escritora portuguesa.
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Cada persona y cada sitio tienen al menos una historia interesante que narrar y, cuando conozco alguna que me sorprende, considero casi una obligación compartirla para que otros también se beneficien de aquello que aprendí. El conocimiento nos enriquece y es la herramienta capaz de transformar nuestro mundo.
En una marcha por la Sierra de Tramontana llegué a la Cova de sa Ermità Guiem o Font de sa Cova, en las alturas de Valldemossa. Para el que no haya estado allí, os diré que se trata de una cueva de ermitaños llena de enseres, como si aún estuviera siendo utilizada.
Decidí escribir una entrada en mi blog y al documentarme, descubrí que sus orígenes como eremitorio se remontaban nada menos que al S. XIII y que fue Ramón Llull su impulsor. En un blog inglés encontré una foto del supuesto ermitaño actual —más bien parecía un hippie reconvertido—, pero al profundizar algo más, mi sorpresa fue mayúscula cuando descubrí que en la actualidad aún existen al menos seis ermitaños —de los de verdad— en la Ermita de la Santísima Trinidad de Valldemossa.
Independientemente de la religiosidad de cada uno, no deja de ser sorprendente encontrar a día de hoy personas que, al igual que en la Edad Media, han decidido apartarse del mundo y vivir su espiritualidad según la vieja Regla de San Benito “ora et labora”. Para que los conozcáis, os dejo su imagen, publicada hace algunos años en un diario de tirada nacional.
Algo parecido me sucedió cuando un luminoso día de invierno conocí el Cabo y la Playa de Formentor, sobrecogiéndome su naturaleza espectacular y la paz que transmitía el lugar —era casi el único visitante—. No me sorprendió encontrar un solitario hotel en tan privilegiada ubicación, mejor dicho, lo que me llamó la atención es que solo fuera uno y, aunque estaba cerrado, decidí investigar sus orígenes.
Si hoy día el Cabo de Formentor se conserva en en el impoluto estado en el que lo encontramos, es en gran parte debido a la pasión del poeta argentino Adán Diehl que, en plena Gran Depresión de 1.929, concibió y promovió este hotel para la élite cultural europea, invitando a su costa a aquellos artistas que no podían permitirse una estancia allí. La historia tras el hotel Formentor es bellísima y fue magníficamente relatada en el documental que dirigió Cesc Mulet, emitido por la 2 de TVE.
Sóller es otro rincón de Mallorca que llama la atención por su vitalidad, hecho que cualquiera que pasee por sus calles comprueba de inmediato. En la calle de La Luna —bonito nombre— existe un edificio modernista, perfectamente conservado, con una espectacular escalera en espiral, formando un conjunto de gran valor histórico y arquitectónico, se llama Can Prunera y hoy es el Museo Modernista de la ciudad.
Al buscar antecedentes para escribir una entrada sobre dicha institución, conocí la historia de la lucha de los sollerics contra el aislamiento que les imponían las malas comunicaciones a través de la agreste Sierra de Tramontana y comprobé que de ahí les venía su carácter emprendedor, aquel que les llevó a recorrer el mundo —con notable éxito— en busca de los medios con los que sacar adelante a sus familias; además, muchos de los que volvieron, ayudaron a embellecer su pueblo con parte de sus fortunas tan duramente adquiridas.
Del arte modernista pasé al contemporáneo, porque siempre me llamó la atención el gran despliegue de actividad que realiza Es Baluard, me gusta el edificio, ejemplo de perfecto maridaje entre las nobles piedras de una fortificación que estaba en ruinas y un luminoso edificio vanguardista en pleno corazón de Palma.
Como en los casos anteriores, al rascar un poco en la historia tras el nuevo museo, hallé en sus antecedentes un hecho olvidado y más que sorprendente , como fue la voladura de un gran tramo de la muralla, realizada con una mina llena de explosivos excavada bajo su cimentación ¡y esto sucedió en 1.963 nada menos! tal como lo contó en su momento el Diario de Mallorca. Las razones tras la salvajada fueron de pura especulación inmobiliaria, menos mal que la Justicia de la época cayó sobre los culpables, que pagaron cara su fechoría.
No hay entrada que prepare para este blog que no me haya hecho llegar a conocer hechos sorprendentes sobre la isla y cuanto más escribo, más me atrapa pues, cada rincón, cada piedra, cada calle, cada edificio, cada pueblo, cada nueva persona que conozco, suponen una ocasión más para el asombro.
Y aunque en una de mis antiguas entradas ya apunté un buen número de razones por las que venir a la isla, a ver si ahora hay alguien que se atreva a afirmar que Mallorca solo es sol y playa.
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Créditos: Fotografías del autor, salvo la de los ermitaños de la Tramontana, extraída del blog Hesiquía y la de Greg, el ermitaño hippie, encontrada en el blog de A. Humphries. Si se deseara ampliar el tamaño de las imágenes, pulsad sobre ellas.
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