«Lasciare ogni speranza voi ch´entrate». (Abandonen toda esperanza aquellos que entraren). La Divina Comedia, Dante Alighieri, inscripción sobre la puerta del Infierno.
Ropa de algodón, protección ocular y auricular, la cabeza cubierta y prudencia, eran las recomendaciones que el Ayuntamiento de Palma daba a aquellos que quisieran mezclarse con los dimonis de los Correfocs de Sant Sebastià.
Los correfocs son una adaptación moderna de los ancestrales Bailes de Diablos medievales, al parecer, el primer documento escrito en el que se cita uno de estos bailes data de 1.150 y reseña el que tuvo lugar durante la celebración de la boda entre la Reina de Aragón y Condesa de Barcelona Petronila-I y Ramón Berenguer-IV, Conde de Barcelona. Con dicho acto se quiso simbolizar la eterna lucha entre el bien —el Arcángel San Miguel— y el mal, —el Arcángel rebelde a Dios Luzbel o Lucifer—.
El fuego desde tiempo inmemorial ha sido parte indisoluble de nuestra cultura, proyección de mitos y creencias antiguas que ha tenido muchos significados, unas veces aparejados a acciones benéficas: —restos del primitivo culto al sol, quema de rastrojos, purificación— y otras, unido a terribles castigos: —infierno, purgatorio, quema de herejes, destrucción en las guerras—. Pero también, con frecuencia es la piedra angular de muchas fiestas: —celebración de los solsticios de invierno y verano o las hogueras de San Juan—.
El fuego en el Mediterráneo español cobra una especial relevancia en las fiestas populares: Fallas en Valencia, Fogueres en Alicante, Toros de Fuego en Castilla, Correfocs y Foguerons en Cataluña e Islas Baleares y hoy día, unidos a la pirotecnia, es también protagonista principal en las celebraciones.
Las collas de correfocs son muy populares en las fiestas de Sant Sebastià, Patrón de Palma. Sus miembros se colocan máscaras demoníacas de aspecto terrible, con cuernos de carnero y van vestidos con ropajes inquietantes de apariencia medieval de colores rojo, negro o morado.
Los dimonis portan bastones en los que colocan dispositivos pirotécnicos que producen lluvias de fuego con gran profusión de chispas y petardos; su marcha se acompaña de bandas de percusión, parecidas a las batucadas brasileñas, que tocan ritmos enervantes que provocan la danza alocada bajo el fuego de los que contemplan su paso, con un efecto espectacular, ya que se apagan las calles por donde pasan, que solo se iluminan con las grandes llamaradas que producen los dimonis con sus fogonazos.
En la oscuridad, se ve danzar, saltar y contonearse a personajes con cuernos entre los asistentes encapuchados, en medio de un diluvio de fuego entre los sordos rugidos que profieren los dimonis, explosiones, humo y olor a pólvora. Es una oportunidad única para tomar fotografías impactantes, multiplicándose las ocasiones de hacerlas bajo una luz que cambia sin parar, con resultados notablemente dramáticos.
Las fiestas de San Sebastián son también la última ocasión de poder contemplar la elegante iluminación nocturna con la que Palma se engalana cada Navidad. Tenemos que reconocer que la del presente año ha sido particularmente bella y por ello, debemos felicitar al Ayuntamiento y a aquellos que la concibieron.
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Créditos: Fotografías del autor con licencia Creative Commons 4.0 Attribution-Share Alike, salvo la del cuadro de la Reina Petronila I de Aragón y Condesa de Barcelona y de Ramón Berenguer IV, Conde de Barcelona, óleo de 1.634 (Museo del Prado), copia de un original de Filippo Ariosto de 1586, de Wikimedia Commons. Para ver las fotos a mayor tamaño, pulsad sobre cada una.
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