“En calma de la mar no creas, por serena que la veas”. Refrán marinero.
Abogado, promotor y gran viajero, Juan Zaforteza, fallecido hace un año, soñó un día en transformar lo que era uno más de los muchos puertos deportivos de la isla, para convertirlo en un referente entre el resto de puertos mediterráneos. Presentó esta idea a su familia y al resto de sus socios de Ocíbar, consorcio formado por conocidos empresarios mallorquines relacionados con el turismo, que tomaron la decisión de impulsar su plan.
La reforma del antiguo puerto de el El Toro —sudoeste de Mallorca, municipio de Calviá— , con fallos relevantes en su construcción, como su falta de abrigo frente a los temporales de Sur, o la baja calidad y discutible arquitectura de sus viviendas, fue lo que movió a sus promotores a crear algo diferente, un puerto que añadiera un valor adicional a lo ofrecido por los demás y que pudiera competir con los más elegantes del Mediterráneo, como Cannes, Mónaco o Puerto Cervo.
Una vez terminada, esta instalación debería destacar sobre el resto y por ello se eligió para desarrollar su proyecto a Phillipe Stark, moderno homo universalis de ilimitada creatividad, genial Arquitecto y prolífico creador de nacionalidad francesa que, además de concebir bellos edificios, es capaz de diseñar toda suerte de objetos y mobiliario desde bicicletas a muebles, e incluso yates, como por ejemplo el Venus, de Steve Jobs, el malogrado Presidente e impulsor de Apple.
El arquitecto define poéticamente su proyecto como un una historia de amor que se desarrolla entre Mallorca, la mar y los barcos en un puerto ideal, modelo de cómo todos los puertos deportivos deberían ser.
La singularidad de la obra requirió en su desarrollo la presencia de un equipo multidisciplinar de Ingenieros Navales, de Caminos y de Construcción que prestara atención a las altas exigencias medioambientales y de calidad final que los promotores deseaban alcanzar. Los trabajos se desarrollaron entre los años 2.009 y 2.012 con el fin de conseguir 492 puntos de amarre para barcos deportivos de entre 6 y 80 m de eslora —86 de ellos para yates de entre 20 y 80 m de eslora—, con sus correspondientes servicios y con una zona de ocio que aportara vida y entretenimiento al puerto, más allá de la puramente relacionada con la náutica. Otra premisa fundamental en su diseño fue la de ocultar los coches, para obtener zonas peatonales de gran calidad, que permitieran un pleno disfrute de las vistas del paisaje circundante, de las instalaciones del puerto y de los yates.
Todos los edificios se dotaron de tecnología punta en el diseño de sus sistemas de climatización y de tratamiento de las aguas residuales que generaran; los primeros, mediante el aprovechamiento de la temperatura casi constante del agua del mar y, los segundos, eliminando los contaminantes antes de su vertido a los emisarios submarinos mediante sofisticados sistemas de reciclaje. También se dotó a los puntos de atraque con redes de comunicaciones rápidas por fibra óptica.
Centrado entre los pantalanes, Philippe Stark dispuso un bloque de dos plantas con amplias zonas de circulación abiertas dotadas de suelos de madera, múltiples accesos por escaleras, columnas de hormigón visto y espacios destinados a tiendas de corte más bien selecto y a restaurantes y bares de copas para todos los presupuestos. Allí se ofrecen cartas de especialidades mallorquinas e internacionales que convierten el almorzar o cenar entre los grandes veleros oceánicos, en un lujo al alcance de cualquiera que desee acercarse a probarlo. Así encontramos que el puerto presenta dos escenarios cambiantes: tranquilidad durante el día y sofisticación nocturna realzada por una cuidada iluminación, con un toque de exclusividad presente en llamativas tiendas como Nautiparts, especializada en gadgets inusuales.
El buen diseño alcanza todos los detalles, como los llamativos norays que asemejan taburetes, las farolas que proveen de una cálida iluminación nocturna, las barandillas de vidrio transparente y la decoración con raros ficus enanos.
Puerto Adriano aloja a la Silver Bollard Regatta, una de las imprescindibles del circuito estival y todo un espectáculo para los amantes de los barcos que quieran ser testigos cercanos de la frenética actividad que se da alrededor de una prueba náutica de alto nivel. Si lo que te gusta es el buceo, los centros allí radicados te llevarán a practicarlo en el entorno único de las Islas Malgrats, con sus áreas de alto valor ecológico por la diversidad y riqueza de sus hábitats marinos.
Durante la alargada temporada estival se desarrollan en la marina otras actividades lúdicas que le añaden valor, como conciertos al aire libre con artistas tan reconocidos como la cantante canadiense de jazz Madeleine Peiroux y grupos clásicos como Cool & the Gang o Earth, Wind & Fire. Todas las noches de verano, salvo los lunes, en trece lugares diferentes del puerto tiene lugar el divertido Fun parade, espectáculo teatralizado concebido por Joan Gracia, del grupo El Tricicle.
No puede ocultarse que Puerto Adriano ha logrado situarse como un icono en el Mediterráneo y así, sus costes de atraque y estancia en temporada alta van en concordancia con su categoría, siendo de 400 a 60.000 €/mes para barcos de entre 6 y 80 m de eslora, lo que no evita que sus amarres siempre estén ocupados, con la ventaja de que dan empleo directo a 285 trabajadores, además de producir innumerables empleos indirectos, necesarios para cubrir los altos requerimientos de la marina y de los propietarios de los yates que allí atracan.
Y así ¿a quién no le apetece largar anclas en Port Adriano aunque solo sea para pasear y soñar un rato entre barcos espectaculares, contemplar una bonita puesta de sol o pasar una agradable velada cenando en sus terrazas?
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Si desearas conocer más sobre este interesante proyecto, te recomiendo esta presentación de Antonio Zaforteza, actual Presidente de Port Adriano y cofundador en su desarrollo, que tuvo lugar en el Marketing Strategy Forum de Madrid.
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Créditos: Fotografías del autor con licencia Creative Commons 4.0 Attribution-Share Alike
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