El mejor vino no es necesariamente el más caro, sino el que se comparte”. George Brassens.

A veces parece que todo el que viene a Mallorca solo busca playa y sol. Los habitantes de lugares con inviernos largos, oscuros y fríos sueñan con la vitalidad de la luz mediterránea e, incapaces de resistir el bienestar que transmite, no suelen pedir más. Pero hay una minoría que gusta de recorrer ese espacio adicional que marca la diferencia entre el simple turista y el viajero. Hablo de aquellos que desean conocer la vida, cultura y costumbres locales, para entender mejor a quienes los acogen.

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Para ello nada mejor que interesarse por celebraciones como las de la Vendimia —Sa Vermada— que todos los meses de Septiembre tiene lugar en Binissalem y que trae una fiesta dentro de otra —el sopar a la fresca— que te llevará a descubrir . . .

1.- Que el pueblo engalana sus casas, saca sus mesas a la calle y cada familia se desvive por atender a sus invitados, sean amigos, conocidos, isleños o forasteros en un ejercicio de generosa hospitalidad. ¿Quién dijo que los mallorquines eran cerrados?.

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2.- Que un pueblo que sabe guardar sus tradiciones se respeta a si mismo. Gusto por la cocina de la tierra. Sabor y memoria. Raíces.

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3.- Que una mesa con un buen vino servido, agasaja a los invitados y engrandece a los anfitriones, atrae alegría y hace que fluya la vida desgranada en mil conversaciones alrededor de sus bondades y de las preferencias de los presentes. Un verdadero placer cultural.

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4.- Que nada hay más civilizado que facilitar el encuentro social. No conozco mejor antidepresivo que tener la ocasión de brindar por la vida en buena compañía.

CELEBRACIÓN

5.- Que siempre encontraremos a algún contertulio que nos seducirá con apasionadas explicaciones sobre los ritos ancestrales que llevan a producir buenos caldos, desvelándonos alguno de sus misterios cuasi alquímicos, aquellos que nos harán sentir un deseo irresistible por ir a conocer una bodega al día siguiente.

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6.- Que a partir de ese momento nunca miraremos igual a un viñedo, con sus rojas tierras calcáreas y el verdor de sus vides bajo el azul intenso de los cielos mediterráneos, recordando que la crianza y producción del vino se remontan a los asirios, que fueron los pioneros de la agricultura vitícola, allá por el S.VII (AC).

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7.- ¿Que quién no es capaz de emocionarse al ver en un campo de viñas un rosal encabezando cada línea de vides? como sucede el los viñedos de las Bodegas J.L. Ferrer y así recordar al poeta, matemático y astrónomo Omar Jaiyam, nacido en el año 1.050 en Jorasán (Irán) autor del poema “Días de vino y rosas” hermoso canto al amor y a la alegría de vivir:  “El vino es color de rosa. Quizás no sea la sangre de la vid, sino la sangre de las rosas“.

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8.- Que tras escribir esta entrada, bajaré la luz, encenderé una vela, pondré a Ella Fitzgerald con Louis Armstrong en el equipo de música, abriré una botella de vino tinto ecológico Pedra de Binissalem y beberé despacito un buen vaso, acompañado de  pa amb oli. Después cerraré los ojos y soñaré con el Mediterráneo.

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En la segunda quincena de Septiembre de cada año, se celebra en el pueblo vinícola de Binissalem La Festa des Vermar o Sa Vermada, que viene a coincidir con el final de la vendimia y con el del verano, por eso el pueblo se abre a los visitantes e invitados, en un ambiente de alegría en el que todos participan.

Aunque el origen de las fiestas de la vendimia se pierde en el tiempo, fueron los griegos los que comenzaron a celebrar el final de la cosecha, como agradecimiento a sus dioses por los frutos de la tierra, en el que el vino jugaba el papel de puente entre los hombres y la divinidad. Fueron los fenicios los primeros que trajeron vino a Mallorca, aunque los que instituyeron el cultivo de la vid a partir del año 123 (AC) fueron los romanos. En la imagen «El triunfo de Baco» de Diego Velázquez.

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En 1.965 comenzó a celebrarse Sa Vermada en Binissalem de manera sistemática y organizada, gracias al impulso de Llorenç Moyà Gelabert de la Portella y de su grupo de amigos del Club Atlant, con el propósito el de rendir culto al mundo del vino y a las tradiciones agrarias que conectan a los binissalemers con su tierra. Después de más de 50 años, esta tradición se ha convertido en una de las fiestas más importantes de Mallorca.

En los nueve días que duran las celebraciones, se desarrollan actos religiosos, bailes tradicionales de bot, desfiles, verbenas, una batalla de uvas, una comida colectiva de fideus de vermaar en Can Arabí, la cena en la calle conocida como sopar a la fresca, competiciones deportivas, concursos de pisada de uvas y de cata de vinos en exaltación de la tierra y sus productos. Estos actos suelen tener una multitudinaria asistencia que da al pueblo un ambiente alegre y colorista. Puedes consultar el programa del presente año en la web del Ayuntamiento (solo en mallorquín).

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Los fideus de vermaar son el plato tradicional por excelencia. Se trata de una consistente sopa de fideos gruesos y carne de oveja, cocinada durante muchas horas sobre la base de un buen sofrito que la convierte en un alimento sabroso, de los de siempre, que sabe a lo que es sin necesitar de más adornos.

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Y tú, querido lector ¿te acercarás también a Binissalem para celebrarar Sa Vermada?

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