Entre los hombres, sobre todo los que pertenecemos al subgénero urbanita, es habitual sentir la necesidad de regresar cada cierto tiempo a una Arcadia imaginada, ese mundo feliz —que nunca existió—, donde la vida se rige por un orden más natural al que no le afectan las perversiones de nuestro tiempo. No descarto que dicha razón fuera la que encendiera mi deseo de visitar el Archipiélago de Cabrera y así catar —si bien de forma efímera— ese Mediterráneo primigenio por todos añorado en unas Baleares “hormigonadas” en exceso.

El Archipiélago de Cabrera lo forman once islotes situados a unas diez millas náuticas del Puerto de la Colonia Sant Jordi, municipio de Las Salinas. Gracias a su singular riqueza medioambiental y a su excelente estado de conservación, en 1991 obtuvo la calificación de Parque Nacional Marítimo-Terrestre, lo cual aparejaba el grado máximo de protección que puede otorgarse a un medio natural. El que esto fuera posible se debe a la escasa población que allí se asentó de forma permanente y, sobre todo, al interés militar de estas islas desde antes de la Edad Media. En 1916 Cabrera fue expropiada a la Familia Feliú por el Ministerio de la Guerra (hoy de Defensa) dado que en 1913 se recibieron informes de los Servicios Secretos Francés e Inglés sobre el aprovisionamiento de submarinos y barcos alemanes en sus aguas, hecho que España no podía permitir dado su estatus de país neutral en la Primera Guerra Mundial. La pertenencia a Defensa fue sin duda la razón principal que impidió su urbanización salvaje, a pesar de que intentos para su desarrollo turístico-residencial nunca han faltado, gracias a ello, hoy día se puede afirmar que es la zona litoral mejor conservada del Mediterráneo español.

La travesía en los barcos rápidos de Mar Cabrera dura 40 minutos, tiempo aprovechado por los amables tripulantes para informar, en varios idiomas, sobre las características del pequeño archipiélago mientras se navega frente a los islotes de Na Foradada, Na Pobra, Na Plana y la Illa dels Conills. De lejos Cabrera parece una más de las rocas plantadas en la mar, pero al aproximarse enseguida se distinguirá la inconfundible silueta de un castillo roqueño sobre la cota más elevada de la isla, dominando la entrada que conduce a la rada interior de su puerto natural.

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Barco rápido de Mar Cabrera

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Baliza automática de Na Foradada

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Castillo de Cabrera desde el canal de entrada a la rada interior de la isla

En su pequeño muelle uno de los guardas del Parque Nacional ilustra a los visitantes sobre las normas a observar durante la visita, que se resumen en una: cuando abandones Cabrera, deja sólo tus huellas (y sólo en las zonas autorizadas). Esto implica no salirse de los caminos, no arrojar colillas, no dejar residuos, no arrancar plantas, no pescar y no alterar el paisaje pues, los sensibles ecosistemas de la isla gozan de protección integral y su conservación requiere de los mayores cuidados, sobre todo en aquellas áreas en las que se desarrollan endemismos baleares en riesgo de desaparición.

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Floración de uno de los endemismos vegetales de Cabrera

Lo que sí puede visitarse es su Castillo, con vistas espectaculares desde sus almenas, levantadas en el siglo XIV para impedir el refugio y fondeo de los barcos de piratas berberiscos que durante tantos siglos asolaron las poblaciones costeras y del interior mallorquín. La pequeña cantina del Puerto y su terraza, recuerdan la escenografía balear de los anuncios que cada verano lanza una conocida marca de cerveza y es un punto de paso obligado junto al muelle, al igual que el pequeño Museo, el Refugio de excursionistas (12 plazas limitadas a dos noches) y las playas de maravillosas aguas turquesas y limpias arenas, como la de Espalmador. Por desgracia, el comportamiento incivil de algunos visitantes ha forzado el cierre de las sendas que cruzan la isla, las cuales sólo se pueden recorrer guiados por uno de los guardas del Parque Nacional, que no siempre se encuentran disponibles.

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En delicado equilibrio biológico y ambiental, conviven más de 400 especies botánicas, 200 de peces, 150 de aves y numerosas variedades  de reptiles e insectos; por si lo anterior fuera poco, la isla esconde también numerosos vestigios arqueológicos púnicos, romanos, paleocristianos, árabes y franceses.

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Plano de áreas visitables en la Isla de Cabrera, para acceder se requiere la previa obtención de autorizaciones (ver enlaces al final del artículo).

A pesar de su cercanía a Mallorca, Cabrera es un mundo aparte en el que sin esfuerzo es fácil unirse con esa Naturaleza pura tan perseguida por los estresados habitantes de las ciudades . . . Sin embargo, debemos saber que no siempre fue así, pues en la isla acontecieron terribles sucesos durante la Guerra de Independencia.

Aunque Francia era aliada de nuestra nación, en 1808 la Grande Armée Napoleónica invadió España a sangre y fuego, arrasando poblaciones, asesinando a la población civil, violando mujeres y saqueando todo lo que de valor hallaron, sin ni siquiera respetar las iglesias y sus ornamentos, a pesar de que muchos de los soldados invasores eran nominalmente Católicos. Los victoriosos mariscales franceses pensaban que el sometimiento de nuestra Patria sería tan sencillo que les daría tiempo de “volver a casa para el desayuno”, nunca pasó por su cabeza que aquellos tipos morenos y de humilde aspecto pudieran robarles la Gloire de un fácil triunfo.

En el caluroso Julio de 1808, el General Dupont D´Letang avanzaba con su Deuxieme Corp de La Gironde hacia el Sur peninsular con la intención de someter Andalucía. Durante su marcha fueron hostigados por numerosas partidas de guerrilleros que, sabedores de cómo se las gastaban los gabachos, defendían su tierra mediante ataques rápidos y violentos que dificultaban el avance del francés. A la altura de Bailén (Jaén), el Ejército de Dupont agotado por la marcha, por la extrema canícula y por la sed, se encontró enfrentado con el despliegue en Orden de Combate de las fuerzas españolas mandadas por el General Castaños que, como buen táctico conocedor del terreno y del estado de desgaste del enemigo, dirigió el ataque que infligió una severa derrota a los invasores, llegando a tomarles más de dieciocho mil prisioneros, así como su tren logístico al completo de armamento y bastimentos. La noticia desató la furia de Napoleón Bonaparte y causó una enorme conmoción en Francia, incrédula ante la primera derrota de las hasta el momento invictas Fuerzas Armadas Napoleónicas, dominadoras del resto de Europa.

Siete mil de los prisioneros de guerra franceses fueron llevados a Cabrera tras fracasar un intento de intercambio por prisioneros españoles. Los 400.000 reales al mes de su manutención debían ser asumidos por los mallorquines, que ya tenían sus propios problemas de escasez debido a la guerra. Cada día se enviaba un jabeque de Mallorca a Cabrera con pan, aceite, algarrobas y agua, que eran insuficientes para alimentar a tanto confinado; también se proporcionó a los cautivos el auxilio espiritual de sacerdotes que, con desprecio de su propia vida, unieron su destino al de los prisioneros.

La situación persistió durante diez largos años de indecibles padecimientos, lapso en el  que pareció que hasta Dios se había olvidado de aquellos súbditos de Napoleón. La mortandad fue terrible, algunos hombres se volvieron locos, hubo numerosos crímenes y hasta algunos casos de canibalismo entre los desesperados franceses, ignorados por su propio país al considerarlos indignos por la derrota sufrida.

Las guerras siempre sacan lo peor de los hombres y aquellos tiempos eran anteriores a los Convenios de Ginebra. Por eso, tan desgraciados sucesos no pueden ser juzgados bajo nuestra visión actual; sucedió así y forman parte de una Historia que ojalá no se repita nunca. Vae victis ¡Ay de los vencidos! exclamó, con toda razón, el Jefe Galo Breno tras sitiar y tomar Roma con la consabida aplicación de medidas sumarias a los derrotados.

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Cementerio de Cabrera, en segundo plano se vislumbra la Illa des Conills (Isla de los Conejos).

Aún hoy hay quien rechaza dormir en Cabrera ante el temor de enfrentarse a los lamentos fantasmagóricos de los soldados franceses que allí perecieron y que, según se afirma, siguen escuchándose en la quietud de la noche isleña . . .

Por último, sabed que una de las mejores épocas para visitar las Baleares y navegar por sus aguas, suele ser en la temporada en la que ahora nos encontramos, de mediados de Septiembre a finales de Octubre.

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Agradecimientos e información de interés para el viajero:

Este visita fue posible gracias a la gentileza de Toni, de Click Mallorca, dinámica agencia on line que realiza completas excursiones por Mallorca y que resultó ser uno de los seguidores de este blog, a quien no tenía el gusto de conocer, pero que sin pedirnos nada a cambio nos invitó a visitar Cabrera, en conjunción con Mar Cabrera, la naviera de barcos rápidos ya citada en el artículo. La información sobre excursiones y horarios puede consultarse en en los enlaces de ambas compañías.

El Gobierno de las Islas Baleares proporciona aquí amplia información sobre CabreraEsta información también puede obtenerse en el Centro de Visitantes del P.N. del Archipiélago de Cabrera

Aquellos que no teman a los fantasmas y piensen alojarse en el Albergue, pueden gestionar desde aquí sus reservas.

Los que deseen navegar por las aguas de Cabrera deberán hacerlo bajo estas normas.

Los que quieran fondear en su rada tienen que solicitar aquí el permiso (capacidad 50 barcos/día).

Los aficionados al buceo tienen que pedir autorización a través de esta otra página.

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