Cada uno mira demasiado lo propio y olvida que hay cosas que son de todos y que hay que cuidar. Miguel Delibes, Dr. en Derecho, Periodista y Novelista español.

Alcudia es un cuidado pueblo amurallado situado al Norte de la Isla de Mallorca, en la pequeña península situada entre las Bahías de Pollença y de Alcudia. Su posición estratégica entre ensenadas y su proximidad al mar, lo convirtieron desde tiempos de los romanos en la llave de entrada a la isla por su septentrión y de ahí la necesidad de mantenerla fortificada, pues durante siglos estuvo sometido a continuos ataques de piratas. Gracias a la ayuda que prestó al Emperador Carlos-I de España y V de Alemania durante la Guerra de las Germanías, Alcudia mantuvo un estatus de favor frente a la Corona, que ejerció su compromiso de defensa frente a los asaltos de los merodeadores de Berbería.

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Alcudia posee una Iglesia que es de las más antiguas de la isla, pues comenzó a alzarse hacia 1302 por orden directa del Rey Jaime-II de Mallorca. Desde hace mucho deseaba conocer este monumento, pero cada vez que me acercaba a verlo, estaba cerrado; sin embargo, hace poco mi fortuna cambió y pude dedicar una larga visita al antiguo templo. La Iglesia está dedicada al Apóstol Santiago, Patrón de la ciudad de Alcudia (y de España también), aunque en el pueblo es más conocida como Iglesia de Sant Jaume.

Al acceder encontré que las personas que cuidan el recinto sagrado son miembros de una asociación de mujeres alcudienses que de forma voluntaria, la mantienen abierta en determinados días según temporadas. Por un Euro, además de visitar el Templo, tuve la ocasión de conversar largamente con varias voluntarias que además de mostrarme gran amor por su ciudad y por su patrimonio —verdadera razón de su altruismo—, me facilitaron muchos datos interesantes sobre el edificio.

La construcción actual poco tiene que ver con la original cuya bóveda se colapsó en 1870, quedando tan sólo en pie la capilla del Santo Cristo, del siglo XVI. Doce años pasaron entre el desplome de la antigua iglesia y la construcción de la que hoy puede visitarse, que se diseñó en estilo neogótico y fue concluida en 1893. Tuvieron que pasar cien años más para que en 1993, fuera consagrada de nuevo por el Obispo de Mallorca.

Las fachadas son de mampostería de marès con dos accesos; sobre el principal la entrada se enmarca en un arco ojival de amplia hornacina que contiene en su centro una imagen del Apóstol Santiago esculpida por la palmesana Remigia Caubet. En la cimera del arco un gran rosetón vidriado, obra del alcudiense Lorenzo Ferrer Martí aporta iluminación natural al interior de la nave.

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A pesar del derrumbe mencionado y de los numerosos expolios piratas sufridos por Alcudia a lo largo de los siglos, el interior del templo aún austero, conserva ricos retablos y otros valiosos elementos decorativos antiguos. Alrededor de su nave principal cuenta con capillas dedicadas a San Sebastián, a Nuestra Señora del Carmen, a San José, al Sagrado Corazón de Jesús y la Capilla Bautismal por el lado izquierdo y, por el derecho, a la Inmaculada Concepción y al Santo Cristo. Sobre la entrada llamada Portal de los Hombres, hay un magnífico órgano firmado por el Maestro Julián.

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En el interior del templo puede visitarse un pequeño pero muy interesante Museo Parroquial, que contiene una rica muestra de arte religioso formada a base de donaciones de los alcudienses a su iglesia; en ella se exponen pinturas, esculturas, ornamentos, mobiliario, vestimenta y objetos de culto. Algunas de las piezas exhibidas son muy antiguas y de gran valor, interesantes para aquellos que saben apreciar el Arte e Historia de Mallorca.

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Cuando me disponía a partir, otra de las voluntarias se me acercó movida quizá por la curiosidad ante el extraño que tantas preguntas hacía. Mantuve con ella otra entretenida conversación “de sacristía« en la que me describió algunas de las antiguas tradiciones locales —no todas se mantienen— y la manera en la que, según la época del año y el tiempo religioso, se organizaban las fiestas y procesiones en las que adornaban la Iglesia y vestían a sus imágenes con diferentes ornamentos adecuados para la ocasión. También me habló de lo mucho que había cambiado —para bien— la vida de los alcudienses en los últimos sesenta años, pues cuando mi interlocutora era moza —según me contaba—, en todas las casas del pueblo, incluso en las del centro, aún se convivía con los animales de corral, situación que cambió con la llegada del turismo a la zona, cuando de forma gradual su economía de sector primario se transformó en otra de servicios que condujo al cambio de las tareas agrícolas y pesqueras, por el establecimiento de pequeños negocios hosteleros, de transporte, de distribución de bienes de consumo . . . pero eso son ya otras hierbas que dejaré para un futuro post.

Terminé la visita convencido de que las alcudienses que con tanta dedicación cuidan del patrimonio común de su ciudad, son la prueba viva de que aún hay personas generosas que no sólo se limitan a velar por lo suyo, lo que me llevó a meditar sobre el hecho de que tal vez, sea ahí donde se encuentra la esencia intangible que mantiene el verdadero carácter de los pueblos.

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Créditos: Fotografías y artículo del autor con Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional, libre copia y circulación citando autoría, sin modificación de textos o imágenes, para usos no comerciales. La foto de la fachada de la Iglesia fue tomada por De Defish y se publica bajo Licencia Wikimedia Commons.

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