«La poesía no quiere adeptos, quiere amantes«. Federico García Lorca, poeta y dramaturgo español.

Vanessa Pérez-Sauquillo, buena amiga, poetisa en ejercicio y autora prolífica de literatura infantil, me contó que cuando estaba clasificando la obra de su padre —de casta le viene al galgo—, se encontró con una pequeña oda que había dedicado a Mallorca cuando la visitó.

Otro más que cayó rendido ante los encantos de la isla, algo que a nadie extraña a estas alturas. Pero este otro, no es uno cualquiera, es un poeta y como tal, una persona que tiene la cualidad de expresar como nadie los sentimientos. Pensad en ello, os aseguro que ya sea amor, pasión, dolor, sufrimiento, odio, admiración, melancolía, alegría, . . . siempre encontraréis a un poeta que como nadie, habrá sido capaz de describirlo de manera profunda con bellos versos.

Hoy es el Día de Baleares, un buen momento para regalar emociones en recuerdo de todos aquellos que alguna vez se emocionaron ante la belleza mediterránea y luminosa de sus Islas y de las gentes que las pueblan.

Os dejo con el poema «Recuerdos de Mallorca» de Marcos Pérez-Sauquillo y Pérez, poeta, que ilustro con una galería fotográfica de los lugares que cita:

Avanzando en la quilla del «Ciudad de Granada»,

en peripecia insomne, galeote de tercera,

salpicado el oído de un rumor de oleadas

y empapados los ojos de brisas marineras,

llego al puerto de Palma, que en sus aguas refleja

la Catedral dorada de afiladas aristas

y sus playas de moda en donde se acangreja

la piel inmaculada de lívidos turistas.

En el paseo marítimo, fingiendo una quimera,

yace postrada en tierra, con los ojos vacíos,

la cabeza solemne, rodeada de palmeras,

de aquel nicaragüense que fue Rubén Darío.

Castillo de Bellver, fortaleza redonda,

Lonja de Mercaderes, Consulado del Mar,

Almudaina morisca, restallando en la honda

que hizo célebre el nombre de hondero balear.

De infinitas nostalgias y recuerdos arcanos

por Valldemosa afloran nocturnos escondidos,

donde una rosa diaria teclea en el piano

y silba por sus calles un amor malherido.

En Porto Cristo, el agua, ahuecando la roca,

fantasea la pirueta de los cuentos de hadas.

Como fauces abiertas en el mar desemboca

la bóveda profunda de su cueva encantada.

Trampolín de la isla, en Formentor confluyen

un mar de azul cobalto con un rumor de pinos

y en la paz de sus calas las olas restituyen

las piñas revocadas con un color marino.

Banyalbufar, cultivos escalonando el monte,

azul puerto de Andratx, con claridad de espejo,

Mirador de Ses Ànimes, oteando el horizonte

en donde la belleza no puede irse más lejos.

Marcos Pérez-Sauquillo y Pérez.

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