El hombre se adentra en la multitud por ahogar el clamor de su propio silencio”. Rabindranath Tagore, filósofo indio.

Mucho se habla en los mentideros del exceso de visitantes en Mallorca y en el resto de las Islas Baleares. No les falta razón, llevamos al menos cuatro años batiendo récords en la recepción de viajeros y la llegada de tanto turista, hace inevitable las incomodidades a cambio del beneficio económico que se producen.

Encontrar un lugar tranquilo parece una misión imposible y sólo yendo contra la tendencia se puede hallar algo de paz entre tanta vorágine. Por eso, en verano me gusta ir a Valldemossa a última hora de la tarde, cuando cae el sol y sus calles se han vaciado de visitantes. Entonces, el calor aprieta menos, la brisa —cuando la hay— es más fresca y se puede disfrutar de atardeceres en los que el sol crea sombras profundas que resaltan las texturas pétreas de las fachadas de los edificios. Además, en los límites del pueblo, se puede contemplar cómo las escarpadas laderas de la Sierra de Tramontana ganan relieve bajo la luz del ocaso.

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La luz rasante del atardecer crea estéticos claroscuros en las fachadas

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Con la caída del sol la calma regresa a las empinadas calles del pueblo

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Las macetas de flores añaden un sencillo encanto a las fachadas tradicionales

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Carrer de Catalina Homar, recordando a la conocida amante mallorquina del Archiduque Luis Salvador

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Tras la vorágine turística, vuelven a cobrar sentido las actividades atemporales, como la de esta señora bordando al fresco de las brisas pasantes por su zaguán

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Los animales domésticos también disfrutan de la calma y se solean antes del ocaso

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Nadie en los antiguos lavaderos públicos

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Todos los jardines guardan algún misterio ¿qué se ocultará tras la arboleda?

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Me gusta la luz cálida de los atardeceres y cómo realza los colores, es muy fotográfica

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Los últimos rayos solares bañan la fachada trasera de La Cartuja ¡cuanto más bella hubiera sido si el presupuesto hubiera permitido completar el segundo campanario!

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Vista de La Cartuja de Valldemossa con el fondo de la Sierra de Tramontana desde las afueras del pueblo

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Últimas luces sobre el valle en el que se enclava Valldemossa

Octubre llegará y con las calmas meteorológicas que suceden al verano, también vendrá la bajada del número de visitantes y el cierre gradual de muchos hoteles y restaurantes de la isla. Entonces las conversaciones virarán a la tan deseada “desestacionalización” y al necesario ajuste en el perfil de nuestros visitantes para ver cómo conseguirla. Mallorca recuperará sus ritmos tranquilos salpicados de tradiciones y ferias otoñales, que son reminiscencia de una vida a escala más humana.

Y la Villa valldemossina siempre acogedora en el corazón de la Serra, seguirá entregando a quien la busca parte de su esencia, formada de belleza, contemplación y sosiego.

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